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2009/06/09 El Mentiroso

En mis épocas de universidad tenía un compañero a quien recuerdo con mucho cariño, muy simpático él, ameno en su plática, siempre tenía alguna historia nueva que contar y siempre era exagerado en las proporciones de las cosas: si decía “diez” seguramente se trataba de cinco…

El relato de sus aventuras cotidianas con mujeres era impresionante y nos movía a escucharlo con una mezcla de fascinación y envidia, sea por la descripción del “monumento de mujer”, que luego de abordarlo y llevarlo a pasear le había propuesto ir a la cama, o por su descripción, siempre llena de detalles, sobre una performance increíble en la que, indefectiblemente, todas terminaban rendidas ante sus atributos de amante, acosándolo después para recibir alguna dádiva de amor (no olvidemos que por aquellas épocas las aventuras en la cama eran más bien la excepción entre los muchachos).

Ocurrió con el tiempo que ninguno de sus compañeros llegamos a conocer a estas “maravillosas mujeres” y más bien nos fuimos percatando de ciertas peculiaridades que, poco a poco, lo fueron perfilando como un mentiroso.

Siempre que íbamos a tomar alguna gaseosa o comprar algo de refrigerio, él se tomaba el tiempo para observar qué es lo que no había y terminar pidiendo justamente eso, luego de lo cual solicitaba un vaso de agua con un perfecto aire de dignidad frustrada.

Era impredecible si realmente se iba a contar con él para alguna reunión. Hasta el último momento juraba que sí para, al final, no asistir. Indefectiblemente creaba una historia para justificarse. A veces llegaba, estaba unos minutos y salía “a comprar cigarrillos” (impensable en él porque siempre “gorreaba”), no regresaba y... lo de siempre, luego proporcionaba alguna increíble explicación. Lo real era que tenía alguna otra cosa que hacer.

El asunto es que con el tiempo ya no le creíamos nada. Es probable que a veces estuviera diciendo la verdad, pero ya nos mirábamos entre dudosos y burlones.

Luego, en la vida personal y profesional, me ha tocado conocer muchas personas con problemas derivados de su tendencia a mentir; pero me dejó pensando el que, últimamente, un extranjero me dijera que le llamaba la atención que los peruanos tuviéramos tanta dificultad para decir claramente que “no”, que siempre estuviéramos fabricando alguna disculpa y que le había pasado que gente le dijera que sí y después no se apareciera ni siquiera para disculparse. Eso me movió a escribir este artículo, para ver si meditamos un poco sobre nuestras mentiras cotidianas y para ver si entendemos mejor a los mentirosos.

Uno de los motivos más frecuentes en el deterioro de las relaciones entre las personas, especialmente entre las parejas, es la mentira. Aún así, existen mil maneras de manejarnos en medio de mentiras, medias mentiras o medias verdades. Lo que más se afecta es la posibilidad de confiar.

En ese sentido, están las dos posibilidades de expresarse de la mentira: una es la que relativamente no nos afecta o nos afecta poco; se trata de las mentiras banales, como el caso de nuestro ejemplo de hoy; y, la otra, mejor dicho las otras, son las que tienen la finalidad de ilusionarnos con algo que es totalmente falso y que permite que saquen provecho de la confianza otorgada.

Este segundo tipo de mentira está, desgraciadamente, muy difundido y hasta forma parte de un modelo dentro de la sociedad de consumo. De ahí surge un dicho, aplicable de diferentes maneras, que dice: “prometer hasta obtener y, una vez obtenido, olvidar lo prometido”.

Los políticos llegan al extremo de perder totalmente la credibilidad por aplicar indiscriminadamente este precepto y vapulear las ilusiones de sus representados.

En la familia, es indispensable sostener la confianza haciendo honor a la palabra empeñada, sea ésta una promesa o una simple expresión de sinceridad. Una verdad puede doler pero un engaño deja huellas que, a veces, el tiempo no logra borrar, una espina que puede quedar clavada en el alma arruinándonos la vida.

Por último, la credibilidad y el crédito van de la mano en cualquier nivel de las relaciones humanas o comerciales.


REFLEXIONES

¿Por qué mentía nuestro personaje? Una necesidad de compensar un sentimiento de inferioridad lo llevaba a fabular “realizando todo” cuanto los demás deseábamos. Una necesidad de control sobre los demás se expresaba bajo la forma de sostener una verdad creada estrictamente por él. Una realización exhibicionista, compensatoria de oscuros temores sexuales o de castigo, lo llevarían a tener un doble registro: por un lado, una parte de él que constantemente se fugaba, que no se daba en las relaciones; y, por el otro, el estar presente pero controlando totalmente los contenidos de la relación a partir de la mentira.

En el caso de otras personas, la mentira forma parte de una manera de tratar al otro de forma denigratoria, atacando, muchas veces minando lo bueno de sí que otorga la confianza y credibilidad. Una mentira pretende eludir un temor de castigo o de estar expuesto a la autoridad del otro. Pero a veces resulta una forma de repetir sin darnos cuenta engaños que hemos vivido.


SUGERENCIAS PARA EL MENTIROSO

  • Ten en cuenta que “para mentir y comer pescado hay que tener mucho cuidado”.
  • No olvides que la palabra, el valor de la palabra, en términos de relaciones humanas, es devaluado, subvertido o anulado por las mentiras.
  • Un motivo de orgullo personal es ser reconocido por honrar la palabra empeñada.
  • Una amistad, un amor o las relaciones humanas en general pueden irse al traste debido a las mentiras..
  • El mitómano (mentiroso compulsivo) tiene necesidad de llamar la atención, empeñando su imaginación creativa en compensar sus sentimientos de inferioridad.
  • Hay mentiras que nacen de la mala entraña, tienen mala fe; son las de aquellos que siembran de chismes y ponzoña las relaciones de quienes envidian.
  • En término de transacciones económicas, la mentira hace que uno pierda el crédito, la credibilidad de los demás respecto a nuestra palabra. Nuestro compromiso pueda verse totalmente anulado por nuestras mentiras.
  • Es frecuente que una persona que miente termine envuelta en sus propias mentiras.
  • Si sembramos mentiras podemos cosechar falsedades y al alimentarnos de ellas tener el triste saldo de una falsa vida.
  • La realidad que tratamos de evitar con las mentiras siempre terminará surgiendo; entonces es cuando nos desmoronamos dolorosamente.
  • Nada sólido se construye con mentiras, sólo la verdad es edificante.
  • La peor de las mentiras es la del engaño dirigido a aprovecharnos del engañado, lo cual cobra dimensiones propias del delito.

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