viernes

2019 01 22 La iluminadora Luna de Sangre



Soy aficionado a la fotografía desde hace mucho y una foto que siempre me ha resultado atractiva es la de la luna llena; esa luna grande y brillante, con sus detalles de cráteres y sombras, de la cual he ido capturando imágenes cada vez mejor logradas; pero, aún tengo ganas de dar rienda suelta a todas las variables creativas a las que se presta su mágica imagen.

Este fin de semana, más precisamente entre el domingo por la noche y la madrugada del lunes 21 de enero, se anunciaba el fenómeno de la “Luna de Sangre”, la que se produce cada tanto, cuando, en un eclipse, la tierra resta la luminosidad directa del sol y la luna adquiere un color rojo – anaranjado de diferentes intensidades.

Me entusiasmé con la idea de tomar ESA foto. Dos días antes me puse a ensayar el manejo de mi cámara, los ajustes del diafragma, de la velocidad, etc., revisando los pasos a seguir para obtener una buena toma.

Llegada la fecha, tuve inconvenientes en salir a tiempo de la playa en que me encontraba y terminé llegando a Lima a la 1 a.m., ¡aún a tiempo! Subí a la azotea y, en medio de un cielo nuboso, por demás, pude ver una luminosidad blanca de la luna que se perdía entre las nubes en movimiento.  Me dije, “ya fue”, aunque sabía que estaba dentro del horario del fenómeno anunciado… ¿Flojera… falta de decisión…? El asunto es que decliné continuar buscando obtener mi deseada foto…

Por la mañana, me desperté luego de soñar que estaba dando una conferencia en la que presentaba una larga introducción, tanto que la audiencia daba por completa mi exposición, mientras que yo insistía en que aún no había desarrollado lo más importante.

Poniéndome a examinar el mensaje de mi sueño, me surgieron dos posibles explicaciones. Primero, fue que no hice el esfuerzo suficiente para, decididamente, subirme al auto e ir a Cieneguilla o donde fuera, no importando la hora, para tomar mi deseada foto.  Era como que no estaba asumiendo de manera activa la realización de mis deseos…  Mucho “bla, bla, bla”, sin concretar la cuestión de fondo (como lo haría un verdadero fotógrafo). La segunda posibilidad de entender mi sueño, giraba en torno a la conferencia que estaba dando, lo que me llevó a pensar que ando dándole largona a ponerme a escribir un libro que tengo proyectado.

Y, bueno, más allá de ponerme esta misma mañana a armar el esqueleto de lo que quiero desarrollar en el libro, me di un espacio para compartir la enriquecedora experiencia de examinar los sueños. Los sueños, como la luna con su cálida presencia,  me iluminan con sus mensajes, alertándome, como en esta ocasión, sobre algo que repito a menudo: “cuando se dan las oportunidades, no hay que dejarlas pasar”.

2018 10 23 El camino a la humildad


Recoge  diligente  nuestros  ropajes,  aquellos  de  los  que nos vamos desprendiendo, poco a poco, en tanto  son  formas  aprendidas  para  impresionar al resto.   En  algún  momento,  nos  resuenan  como estridencias o ruidos, que perturban lo que realmente somos y queremos transmitir.

Cuántas veces nos hemos visto alzados sobre los demás con gestos que ya no tratan de aclarar las cosas sino de imponernos, impulsados por la vanidad, el desdén o la arrogancia.

A veces, tarda uno en percatarse de cuán empobrecido se termina con estas imposturas. Con un poco de suerte, aprendemos que en la modestia y el buen compartir está la riqueza asegurada, al igual que en la gratitud por la mirada amable que los demás nos puedan dispensar, sin creer por eso que somos “lo máximo”.

Podemos desarrollar la plenitud de nuestro ser con total sintonía con lo que verdaderamente somos y queremos, sin temer el posible rechazo ni hipotecarse a la necesidad de aprobación de los demás.

El camino a la humildad es largo y entretenido. No tiene ataduras, en tanto es algo que en algún momento simplemente fluye; y, la sensación de libertad que lo acompaña adquiere el rostro de plenitud, de satisfacción y contento, de aquello que solemos llamar felicidad. 

Ser humilde es básicamente aceptar lo que somos, con nuestras potencialidades y limitaciones, y ser consecuentes con ello, sostenidos por un respeto a la coherencia que adquiere dimensiones de valor, de honor. Se trata de honrarnos a nosotros mismos sobre la base de ser honestos con los demás, incluso en aquello que no califica en lo que se espera que seamos. Damos lo que podemos y también recibimos lo que la vida nos ofrece, sea poco o mucho, pero siempre con gratitud.

La humildad coincide con nuestra disposición a aceptar, en la justa medida, ni más ni menos; sabiendo, además, esperar cuanto haya que hacerlo, para recibir lo que se nos ofrezca, sin declinar la ilusión en el espacio de la espera.

El camino de la humildad es, entonces, el tránsito hacia ser simplemente ése que uno es, perdiendo las formas que los atavismos de la vida han forzado en nosotros, en donde podemos tomar conciencia y declinar lo que ha sido forjado por el miedo, la codicia o el resentimiento, así como por la ausencia de oportunidad para cultivar la continuidad del ser.

3-1-2019 "Yo no le dije a mi perro que lo muerda"



Hace un tiempo que he dejado de usar el auto en pro de caminar, he encontrado que es una manera de activar mi cuerpo, rescatándome de una vida sedentaria con horizontes de deterioro que ya empiezo a sentir. Le he ido agarrando gusto al hacerlo y he empezado a tener una serie de experiencias gratas a partir de entonces… una de ellas deriva en realidad de poder disponer del tiempo para ponerlo en práctica, sin apremios, el ritmo de la caminata es espontáneo, a veces en modo “paseo” a veces a grandes trancos, otras rápido, etc. Mientras esto ocurre, a mi costado el tráfico infernal de autos y colectivos me permite sentirme más libre y satisfecho aún… ellos están entrampados mientras yo camino con la única limitación de los cruces y semáforos, a veces tremendamente generosos que imagino van perfilando para mí la promesa de un día similar, “hoy me tocó luz verde en todo..”, en realidad, siempre gana el optimismo de mi lectura de las cosas… poco a poco me voy sintiendo más adaptado a mi nueva rutina física, al gusto por hacerlo, a sentir mayor agilidad y ese grato dolorcillo en los músculos que te recuerda una y otra vez que lo hiciste… Siento que es un cambio radical e importante, renunciar al auto… recuperar mi naturaleza, poder mirar de otra manera las calles, a veces cantar mientras camino, otras observando los cambios en construcciones y negocios de los que no me había percatado. Encontrando que la gente te sonríe con más frecuencia… imagino que mi cara de satisfacción contribuye a hacerlo. Encontrar gestos amables en autos y personas que te ceden el paso… o el asiento, viajar en ómnibus, bien sentado y leyendo, retomando tiempos para hacerlo mientras te abstraes del mundo hasta que llegas a destino…
Bueno, no todo es tan maravilloso, hace poco, cerca de casa mientras avanzaba frente al IPAE, observé a un perro que ladraba histérico a otro perro más pequeño, sujetado a duras penas por una señora provinciana, mayor, que tiraba de su correa, me animé a pasar, confiando en que su atención estaba centrada en “el otro animalito”. La mala suerte es que estando a su costado, la señora afloja la correa y el perrito me salta encima; mi movimiento de toreo alcanzó como para que no coja el objetivo: mi muslo, pero sus afilados dientecillos mordieron mi pantalón preferido y con la mordida lograda cayó en peso, desgarrando el pantalón quedando expuesto mi flacuchento muslo derecho. Mi primera reacción fue dar media vuelta y regresar a cambiarme, pero unos pasos después pensé en el peligro que representaba ese animalito mal controlado, podía haber mordido a un niño con menos reflejos que yo… así es que me acerqué donde había ingresado la señora, un edificio de viviendas, el portero, si bien me hizo el comentario de “si pues, este perrito! ya ha mordido a otras personas”, se negaba a llamar al dueño, hasta que amenacé que con el serenazgo que iba a llamar en ese mismo momento, tendría que dar explicaciones… bueno al rato sale un hombre de unos 45 años, fastidiado, con el teléfono en la oreja a decirme cosas como, “bueno, no le ha hecho daño” (como si el pantalón y mi expuesto muslo no importaran), al enfatizar con un gesto el daño y el peligro que significaba su perro, me responde “bueno, yo no le dije a mi perro que lo muerda”…uf! me dije, encontrarme con este tipo de persona, no hay forma! No cabe un entendimiento, ni elemental. Ya el tiempo me empezaba a apremiar así es que a lo único que atiné apenas llegado al consultorio fue llamar al serenazgo y sentar mi denuncia… moraleja: ni caminando te salvas de estos encontrones con la realidad en que vivimos. El gran reto, es que no te malogre el día, no quedarte enganchado en la fantasía de venganzas o querellas (por cierto, un buen rato jugué con algunas). Y, bueno, por lo menos sirve para la anécdota… que los hay los hay, no solo en el parlamento!

2018 08 05 Mi amigo Luis


Estoy apenado, profundamente apenado por la brusca desaparición de un gran amigo. Uno siempre piensa que no debió pasar, que la vida ha sido injusta… pero no nos queda otra opción que aceptarlo resignados… y recorrer, desde el recuerdo, evocaciones de las no muchas ocasiones que compartimos, pero que fueron tan intensas y profundas que calaron hondo en el registro del afecto, del aprecio y de la experiencia de intimidad compartida.

Tuvimos largas conversaciones sobre la fratría, lo cual nos llevó a relatarnos intimidades, como la fantasía que me acompañó de niño, en la que me identificaba con José, el hijo de Jacob, el que leyó los sueños del faraón, cosa que siempre me recordaba, con alguna aguda extensión interpretativa, siempre pertinente. Qué sé yo, qué más puedo decir,  fue un honor conocerlo, era un gran profesional, prolífico y creativo… y, a la vez, tan sencillo, tan cálido!

Hora de despedirnos Luis… guardaré con cariño tu recuerdo y el gran ejemplo de la manera que integraste la profesión con tu vida… el especial lugar que la amistad y el afecto tuvieron para ti…

¡Descansa en paz, querido amigo! 



Quiero compartir una cita de Luis que grafica lo que  transmitió a lo largo de su vida:


“La amistad surge como una necesidad vital en la condición humana. Nos aporta subjetividad, nos hace individuos, nos ofrece un refugio intra psíquico irreductible en el que se mantiene la diferencia del sujeto con el otro y al mismo tiempo su co-pertenencia con los otros. El amigo representa un horizonte esperanzador que siembra futuro y contrarresta las adversidades de la vida. Opera como un contrapoder liberador a los mandatos endogámicos impuestos y ejerce además sus frenos a la cultura de la hiperaceleración vertiginosa de los tiempos actuales que imprimen una creciente alienación y un aplanamiento afectivo y representacional”.
                                                                                 Luis Kancyper




2018 05 08 Cortar Camino


Como tantas veces que emprendo la ruta al consultorio o de vuelta a casa, me enorgullece recorrer caminos que he ido construyendo en el tiempo, rutas alternativas que me permiten sustraerme  de los atolladeros terribles de nuestra “Lima la Horrible”, que "hoy por hoy" anda cada vez más linda, salvo por el tránsito vehicular.
Es ese placentero sentimiento de que uno puede descubrir opciones a las rutas cotidianas de las que, la mayoría se queja. Suele ser que uno se las aprendió de los taxistas y las comenzó a ensayar o que en algún momento en que “no se perdía nada” porque nada podía ser peor que esperar a que el tránsito se destrabe. Ensayamos, entonces, la alternativa. Claro que más de una vez pasó que nos equivocamos y nos metimos en un atolladero peor, lo cual no dejó de enseñarnos alguito también y lo capitalizamos como experiencia. 

Esa experiencia con el tránsito se parece tanto a tantas otras cosas que hago en la vida, como cocinar, limpiar, arreglar algo, desarrollar clases, trabajar, etc.,  que ya es una pauta para mí el “salirse del marco”, tener casi como reflejo la posibilidad de encontrar o ensayar una alternativa.

De alguna manera aprendí, desde niño, a reparar cosas.  Mi padre nos dejó un sólido ejemplo de que uno mismo puede encontrar soluciones a los problemas, empezando por los desperfectos caseros. Era la época en que las cosas no funcionaban como hoy, en que todo es “descartable”, con la  única solución de tirar lo que sea y cambiarlo por uno nuevo o que lo cambie otra persona porque no estamos preparados para las tareas manuales, para el ejercicio del ensayo – error o la reparación de lo dañado. 

Sin embargo, pensaba, en la mañana, camino al consultorio, mientras escuchaba noticias por la radio, que, en otras esferas esos “cortes de camino” son lo peor que la gente puede hacer… Claro, ya no me refiero a encontrar rutas alternativas a los problemas de tránsito, me refiero a la observación de cómo personas inescrupulosas no dudan en dar saltos, hacer trampas, falsificar, mentir, etc. para llegar a sus metas a cualquier precio.

Escuchamos hasta el hartazgo acerca del cotidiano y triste desfile de plagiarios y falsificadores que no dudan en engañarnos –y engañarse a sí mismos- con tal de acceder al poder o ganar dineros de manera ilícita, a costa de otros, casi siempre de los más necesitados, a quienes perjudican sin mayor escrúpulo. Es el cortoplacismo de una vida sin valores, una plaga que nos ha inundado y nos hace tanto daño... que no permite que el país crezca y que deja tan malas enseñanzas a sus hijos.

A contramano de la gratitud que me generó mi padre, estos nuevos emergentes generan espanto, desesperación e impotencia; muestran un germen de violencia producto del descrédito y la desesperanza que, lamentablemente, ya hemos experimentado, pero que no hemos capitalizado en un sentido constructivo y verdaderamente reparador.  Por ello no aprendemos a caminar por el camino correcto.  




2018 01 17 Requiem a mi Maestro José Alva Quiñones

Me enteré hace poco del fallecimiento del Dr. José Alva Quiñones, destacado Psiquiatra a quien  conocí desde los  años de mi formación  en la Facultad de  Medicina de la UNMSM. Era un excelente profesor de la Cátedra de Psiquiatría, que me llamó la atención por su agudeza en el arte de la semiología y el desgrane de la psicopatología en favor de un buen diagnóstico.

Pero, fue ya en las épocas de mi residencia en el entonces Hospital Obrero de Lima (hoy Almenara), que pude apreciarlo en toda su dimensión profesional y humana. Era una persona sencilla, quizás tímido, con una peculiar risa que a veces surgía imprevista en sus diálogos clínicos.  

Me hacía sentir que tenía verdadero interés en compartir lo que sabía –y, ¡vaya que sabía!- pero trasuntando una calidez paternal que movilizaba inevitablemente cariño hacia él, más allá de la gratitud natural por su desinteresada entrega.

Pepe Alva fue siempre una persona que tenía disposición para escuchar a sus alumnos, sin distinción ni preferencias.  Supongo que las habría tenido, pero jamás las hizo notar; digamos que es posible pensar que todos nos sentíamos sus preferidos. Nos abrió las puertas de su hogar, conocimos a su esposa, Dña. Elena, y a sus hijas, todas cálidas y acogedoras como él. 

Cuando era necesario, siempre tenía alguna palabra de estímulo, de aliento.  No recuerdo haberle escuchado reproches o censuras fuera de lugar. Era muy comprensivo con las fallas de quienes nos estábamos embarcando en esta difícil profesión. Contribuyó desde su ejemplo a integrarnos en la mística del servicio, a entregarnos de la misma manera, a ser humildes en nuestra condición de estudiantes, a no declinar en la vocación de ayuda, casi siempre interferida por las naturales exigencias de la vida que nos restaban tiempo y espacio.

Pepe Alva fue, no cabe duda, uno de mis grandes Maestros, un ejemplo permanente, intachable, generoso y… cariñoso. Recuerdo con ternura las últimas veces que nos encontramos, ya avanzados en años, siempre con su calidez a flor, siempre con su sonrisa encantadora, siempre transmitiendo la vigencia de un vínculo que el tiempo y la distancia fortalecieron.  

Jamás fue alguien posesivo, fue de los grandes que no necesitan discípulos, siempre humilde, de aquellos que simplemente acompañan motivaciones comunes en el tiempo que les toca compartir; de los que apuestan con ilusión… y no reclaman el premio, tan solo lo disfrutan en silencio.


Es una gran pena no tenerte más con nosotros en este espacio terrenal, mi querido maestro, pero está tu enseñanza, ésa que arraiga profunda en el espíritu, esa huella que jamás dejará de hacer sentir tu presencia, como hasta ahora… 

¡Gracias por todo lo que nos diste…!  ¡Hasta pronto, Pepito. Descansa en paz!


2017 11 30 El trato preferencial

En un país como el nuestro, en una gran ciudad como Lima, en la que nos encontramos en medio de un caos cotidiano, donde la gente es impaciente e intolerante, donde basta que haya cambiado la luz a verde en el semáforo para que alguien active su claxon con furia para que avances, donde más les vale cruzarte el carro, forzándote a frenar, en lugar de hacer una señal de giro, en donde predomina la prepotencia de los que ignoran tu lugar de preferencia natural en un cruce de calles, en donde, si haces una señal de giro te sueles encontrar que quien es invitado a una cortesía elemental para darte pase, en vez de eso acelera y no te deja pasar…

Ante toda esta dramática situación, qué agradable resulta que, de pronto, te encuentres con alguien que detiene su auto en una esquina para dejarte pasar, respetando la preferencia del peatón. Incluso, en ocasiones, frenando forzadamente para darte el pase, insistiendo en que aceptes su gesto. Es mayor la  sorpresa y la satisfacción, si te percatas de que es un taxista, a quien solemos considerar incapaz de un gesto así…

Pues bien, en los últimos tiempos lo vengo disfrutando con bastante frecuencia… con llamativa frecuencia. Me he ilusionado con la sensación de que podemos volver a cultivar el hábito de la cortesía y el respeto por el otro. Claro, tengo en cuenta que ahora, con un montón de años encima, puede que sean mis canas la que estén motivando tanta belleza… Me he empezado a fijar en mi actitud corporal, me pregunto si no estaré más encorvado y no me he dado cuenta… Pero he podido observar que ocurre con las mujeres y los niños y, también, con gente de cualquier edad…

Me alienta el pensar que podemos estar cambiando esa actitud salvaje de permanente lucha contra el otro, siempre ajeno, nada semejante, que podemos vernos reflejados en la satisfacción de quien recibe nuestra atención o cortesía. ¡Qué importante es el gesto amable! No olvidemos que amable significa “digno de amor”, que los gestos y expresiones promueven reflejos emocionales, que resuenan en quien los recibe, por cierto, siempre con efectos benéficos.

Hace poco visité a mi hija en Charlotte, Carolina del Norte, y me volví a encontrar con esa maravillosa actitud natural de los lugareños.  Si cruzas miradas, te sonríen como a un gran conocido, diría que con alegría, con familiaridad; si alguien pasa por tu puerta, te saludan cordialmente; un auto cede el paso a otro y automáticamente se establece una secuencia de “ahora le toca al otro”, que hace imposible el atoro debido a que “alguien se cruzó”.

Pensemos en un mundo así, en que no solo respetemos al otro, sino que disfrutemos del encuentro con éste, en la dimensión afectiva natural de la cordialidad y del buen sentir.


Por cierto, ya instalado en mis años viejos, puedo dar fe de que uno lo disfruta más, que no hay marginación sino preferencia, acogimiento y consideración, que seguimos formando parte de un mundo que nos incluye y considera, que es posible reencontrarnos con ese ser que vino al mundo con estos potenciales y…que  tuvo una lamentable programación, felizmente “reseteable”. 

2016/06/30 Superstición

Hace poco participé en un programa televisivo donde propusieron este tema, centrado en si la mujer era más supersticiosa que el varón. De este encuentro, comparto algunas ideas y reflexiones.

Nos ubicamos primero en el amplio territorio de las supersticiones, creencias irracionales respecto al poder mágico de alguna cosa o persona que nos genera buena o mala suerte, que nos señala designios sobre nuestro futuro, sobre nuestra salud, sobre nuestra vida amorosa, etc. Tales creencias no son demostrables científicamente.

Hay supersticiones que nacen de lo cultural o familiar, el mal de ojo, el daño, son de los más conocidos, suponen una influencia negativa con o sin intención, en donde uno de los impulsores del mal influjo sería la envidia, la venganza, el rencor o simplemente el encuentro con personas de “mala vibra” que nos contaminan sin proponérselo. Otras tienen que ver con la idea de mala suerte, por ejemplo, si se nos quiebra un espejo o se nos cruza un gato negro, ni qué decir si pasamos por debajo de una escalera.

La idea de un destino, de influencias astrales, de espíritus del inframundo, las diferentes formas mágicas de conocer el futuro, mediante las cartas, la coca, la borra de café, la quiromancia, entran en la consideración de supersticiones. En un terreno cercano encontramos a las religiones y ritos alrededor de entes sobrenaturales, tanto maléficos como de una espiritualidad elevada y trascendente.

Distintas referencias ubican a la mujer como quienes hacen más consultas a lectores de cartas o videntes, la mayoría de ellas, en relación a problemas de amores o de salud, mientras que los hombres tendrían centrado su interés en el éxito en los negocios o en temas de poder.

Más allá de los intermediadores implicados en estas prácticas en medio de todos discurre un importante componente de la naturaleza humana: la posibilidad de influenciar o ser influenciado. Este factor está presente en toda relación interpersonal, pero de manera especial la podremos observar en aquellas en las que estén involucrados lazos afectivos intensos como en el enamoramiento o de una particular dependencia como en la relación con el médico. Vale la pena comentar que en medicina es conocido lo que se denomina “efecto placebo”, que es producto de una sugestión que contribuye a la mejoría de los síntomas, a veces basta con el hecho de que la persona se haya puesto en disposición de curar; en otras ocasiones deriva de la importancia, del interés y de la empatía que el médico pone en su acercamiento al paciente. La posibilidad de creer, de tener fé, tiene un lugar central en estas ocurrencias; lo otro lo hace la naturaleza misma de la persona, activada por la disposición positiva de la mente.

Las supersticiones se expresan con mayor intensidad en personas con necesidad de contrarrestar inseguridades que las agobian, que movilizan angustia, es un recurso de la mente para manejar el sentimiento de estar a merced de algo que los amenaza y no pueden controlar. El origen de tales amenazas puede provenir del pasado personal, algún trauma o situación de impotencia o desamparo que moviliza mucha angustia. Esto supone una importante franja de inseguridad que puede ser permanente o coyuntural, ante lo cual se recurre a buscar el amparo de la magia o lo sobrenatural.

La mayoría de las personas tiene alguna creencia personal respecto a lo que puede traerle suerte o malos augurios. Existen amuletos de suerte tanto como talismanes para ahuyentar las malas vibras. Usar una ropa determinada, ponerse la pulsera de la abuela, hacer rituales como persignarse o tocarse la nariz, y miles de otras creencias... con el fin de tener suerte, tienen carácter de estables o incluso muchas veces son creaciones del momento.

He escuchado con frecuencia la expresión “no me carmées” para referirse a que si alguien le anticipa algún peligro, la persona que recibe la información puede considerarlo como una influencia que puede provocar que justamente le ocurra.

En el terreno de la psicoterapia psicoanalítica existe un fenómeno muy conocido que es el de la “transferencia” y su contraparte la “contratransferencia”, que se refiere a adjudicar al terapeuta un rol relacionado con alguien del pasado del paciente. Esto conlleva una movilización afectiva que resuena en el terapeuta y le permite tomar noticia de lo que deriva de esta interacción en el presente: sensaciones de compasión, ternura, molestia aburrimiento etc.,  “hablarán de esta manera” a través de sentirlo en sí mismo. La expresión mayor de dicho fenómeno se denomina “identificación proyectiva”, donde la intensidad de lo transferido irrumpe en el espacio afectivo del terapeuta de manera intensa, causando una movilización de emociones, pensamientos y hasta síntomas físicos, que hablan de un nivel de comunicación muy primitivo e irracional, que implica la presencia de una influencia emocional transmisible.

Respecto a las personas que ejercen un rol de influencia desde la superstición, cabe mencionar que existe mucha charlatanería, junto con gentes que tienen el don de percibir el mundo interior, capacidad de videncia y que esto ha ido reconociéndose en las nuevas clasificaciones de inteligencia, como una inteligencia más. Sin embargo, es un tema sobre el que hay que tener mucho cuidado, ya que se producen sugestiones que, llevadas a la conducta, no siempre son buenas y mucha gente que espera la respuesta “de la bruja” no termina de desarrollar su capacidad de decidir y ganar en confianza personal.



2015/11/19 Consecuencias para el bebé de un embarazo adolescente

En principio, la mujer adolescente aún está en su propio proceso de maduración, en medio de conflictos que ponen a prueba su propio desarrollo emocional previo, por lo que tienden a conductas de inestabilidad o impulsividad, enamoramientos conflictivos y situaciones de riesgo, a lo que se suma la frecuencia en que se ven involucradas en violaciones producto de la precariedad de vida, el hacinamiento y la carencia de cuidados por parte del entorno familiar.
Suele observarse que estas madres adolescentes han tenido una pobre o insuficiente relación afectiva con sus propias madres, por lo que las carencias afectivas de su vida las tornan inseguras o fáciles presas de quienes aprovechan de su ingenuidad y falta de autocontrol. Los casos más complicados, lamentablemente frecuentes, son las violaciones, casi siempre perpetradas por miembros de la familia o personas cercanas que fuerzan la relación con amenazas.
En estas circunstancias, al traer al mundo a un bebé, las inmaduras madres no tienen facilidad para conectarse emocionalmente con sus infantes; en muchos casos los rechazan o los tratan inadecuadamente; los alimentan, pero no les sale natural el gesto de apapachar.
En estas circunstancias, el bebé no desarrolla un apego seguro, pues no cuenta con la presencia esencial de un entorno sostenedor afectivo. El bebé percibe la falta de respuestas a sus demandas afectivas y pronto se produce en él la inhibición de su búsqueda de conexión; se resigna y mantiene a futuro un oculto comportamiento inseguro que lo limita en la exploración del mundo. Esto tiene extensiones en su adultez, presentando disfunciones en la relación con su propia pareja e hijos.
Es indispensable anticipar estas circunstancias y asistir a las gestantes; prepararlas para su parto y, luego, sensibilizarlas en el encuentro con su bebé, apoyados por lo que la naturaleza moviliza en ambos y que facilitaría el logro de una mejor conexión emocional que incluya ternura y entrega total.

2015/11/13 Violencia y embarazo

Las características de la relación que establece la madre con su bebé desarrollan ya desde el momento de la concepción. Si ella misma tiene sentimientos de rechazo a su embarazo, si lo desea abortar y, más aún si lo ha intentado y no lo ha conseguido, tendremos como consecuencia un incremento del estrés relacional que va marcando una característica de esa interacción entre la mamá y su bebé.

Este factor de rechazo al embarazo puede no provenir de la madre, pero sí de su pareja o del entorno familiar o social, generándose igualmente intensidades de estrés que, de alguna manera, alteran tanto el desarrollo del bebé como la naturaleza futura del apego con su madre.

El bebé puede nacer más sensible a los estímulos, más asustadizo, más irritable y, por tanto, requerir una mayor contención por parte de la madre, que, si no está suficientemente calmada, es más, si reacciona con poca tolerancia o irritabilidad, derivarán en el desarrollo de lo que se llama un apego inseguro.

Es indispensable que el período de embarazo, cuente, por parte de la embarazada, con mucha contención.  La violencia va a generarle estrés y esto la predispone a una relación alterada con el bebe. El esposo, la familia y la sociedad tienen que prodigar el clima indispensable para que pueda darse un desarrollo armónico  -físico y emocional-  tanto en la madre como en el bebé.


Es frecuente que en madres adolescentes, en hogares disfuncionales o en parejas con poco control de impulsos, como en el caso de consumidores de drogas, se produzcan expresiones de violencia física y mental respecto a la embarazada. Esto constituye un factor de alto riesgo para el futuro desarrollo de un apego seguro entre la madre y el infante y, en consecuencia, un pronóstico gris para el desarrollo de las capacidades mentales del bebé. 

2015/11/09 Si te he dado todo, de qué te quejas…


Este enunciado tiene dos protagonistas: quien da y quien recibe.

Quien da, tiene una idea ligada a su gesto, un entendimiento de qué es lo que corresponde desde el rol que le ha tocado cumplir, por ejemplo, como esposo/a, como padre/madre, como hijo/a.  Muchas veces, la idea de dar va de la mano del sentimiento de cumplir con una obligación y no está vinculada tanto a la expresión de un gesto generoso. Esto marca una sustancial diferencia, que puede ser captada por quien recibe. Un padre puede dar mucho dinero, ser incluso muy responsable frente a sus hijos, pero, al hacerlo como expresión de una obligación, deja un vacío en el mensaje afectivo, ese plus afectivo que no se incluyó. Esa expresión de verdadero interés por el otro, es lo que luego puede generar un reclamo que el dador no puede entender.

El escenario frecuente y bastante dramático es el reclamo de quien recibe.  Por ejemplo, podemos encontrarlo en los hijos adolescentes y adolescentes tardíos, quienes recibieron realmente todo lo material  - y algunas veces en exceso-    pero con un correlato de distancia afectiva y a veces hasta con la ausencia física por parte de los padres. A veces, su reclamo se expresa bajo la forma de una protesta pasiva, de un rechazo a las expectativas de los padres, de un intento de frustrarlos con su propio fracaso, cuando no de abandonarse al malsano consumo de drogas y/o a un funcionar errático donde la gran ausente es la autoestima.

A veces, la motivación para dar tiene que ver con el sentimiento de ver al otro como “pobrecito”; es el caso de un huérfano o de alguien que ha tenido alguna pérdida importante en su vida. Se le puede dar muchas cosas, pero no alcanzan para llenar el vacío de relación si lo que recibe es sentido como una dádiva y no como una expresión de cercanía y aprecio.

En el escenario conyugal, es muy frecuente que el esposo establezca una pauta de “proveedor”, de bienes materiales y acaso de eventuales encuentros sexuales programados (los sábados, por ejemplo) sin tener en cuenta los anhelos de reconocimiento de la labor de su cónyuge en sus ocupaciones cotidianas y ni qué decir de la necesidad de cercanía afectiva de su esposa.

Las combinaciones del dar y recibir son múltiples pero nos invitan siempre a mirar un poco más allá de lo que creemos que hemos dado o a dimensionar en menos lo que hemos recibido. 

2015/10/20 Secretos que envenenan

Hay secretos que, signados por el amor, conllevan una consecuencia positiva, enriquecedora, que integra en la amistad o en el vínculo de intimidad con una pareja o con un grupo humano. Importa mucho que esos secretos estén signados por valores y no signifiquen o deriven en formas de sometimiento o explotación del otro. Son lazos que unen en libertad y en la posibilidad de compartir valores en los que importa, por encima de todo, el bienestar común.

Sin embargo, existen secretos que nacen en situaciones forzadas por el temor, por el dolor, por la vergüenza o la culpa; situaciones marcadas por la impotencia o el sometimiento a otro que nos impone algo que nos daña a nosotros o a nuestros seres queridos. Se trata de algo de lo que no podemos hablar o, si se habla, origina reacciones de rechazo o hasta de castigo. Muchas veces la sensación que se tiene es que si uno dice lo que sabe, puede originarse un desastre: que metan a mi padre en la cárcel, que mis padres se separen, que me abandonen, que no me quieran, etc.

Como puede inferirse de lo dicho, la mayoría de los secretos más nefastos, que más envenenan el alma –y la autoestima- provienen de vivencias traumáticas de la infancia, en las que no contamos con un entorno confiable como para poder expresar las cosas que sentimos.  Puede tratarse de una violación, de una agresión física, de un abandono, etc.

No siempre los hechos provienen de cosas que nos hicieron; podemos también haber cometido una falta y sentirnos muy culpables por ello.  El temor al castigo puede ser tremendo, lo mismo que el sentimiento terrible de haber podido sentir que tuvimos sensaciones placenteras indebidas. El tema, en estos casos, se genera igualmente por la falta de un entorno de confianza que permita expresarse con libertad y aprecio, que ayude a corregir la falta sin condenas humillantes.



2015/10/15 Por qué la mujer se deprime más que los varones

En  principio,  partimos  de  una  afirmación:  que   las  mujeres  se  deprimen  más  que los varones.   Esto es así.   En el año 1971  realicé un estudio sobre índices de depresión en la población  general  y  pude  comprobar que  las mujeres examinadas, trabajadoras obreras, menores  de 50 años, mostraban índices de depresión más altos que los varones. En dicho estudio se observó también que, pese a sus niveles de  depresión, continuaban  laborando.
Esta observación se reitera en prácticamente todos los estudios que se realizan al respecto. Distintos estudios señalan una proporción de 2 a 1, es decir, las mujeres se deprimen dos veces más que los varones, tendencia que se hace extensiva a las mismas observaciones en el resto de la comunidad Europea.

Dentro de las razones que se pueden esgrimir como respuesta a la pregunta que nos convoca en el desarrollo de este tema, podemos poner un orden de causas entre las que destacan las sociales, económicas, familiares y biológicas.

Dentro de las razones sociales cabe destacar el lugar de marginación que aún se mantiene en la sociedad actual en relación a la mujer. Si bien se ha progresado mucho al respecto, las preferencias y tolerancias giran mucho más alrededor de la condición de varón. La censura y condena sociales pesan más sobre ellas y hasta se puede postular una cierta tolerancia del ejercicio de la violencia como sanción por parte del hombre.

Esta condición se extiende al sistema de remuneraciones o de selección laboral. Suele ser que a la mujer se le pague menos y se le exija más. La condición económica suele traerle problemas a la mujer cuando enfila a la condición de madre, en la que requiere de una situación de sostén y dependencia que no siempre es la adecuada o se sobrecarga con dos funciones que resultan abrumadoras, perturbando el vínculo con los hijos, lo que genera tensión y frustración.

Importa mucho el hogar en el que se ha criado la mujer, si ha tenido padres que se han respetado y tratado amorosamente o si ha vivido situaciones disfuncionales. En el primer caso, tendremos a una mujer con menor tendencia a desarrollar depresión y con más posibilidades de encausar su vida sosteniendo una buena autoestima; en el segundo, la tendencia será a repetir el modelo y vivir la vida como un conflicto permanente, sin solución, al que tiene que someterse.

Por último, la condición biológica de la mujer determina un mayor predominio de la sensibilidad afectiva, lo que será facilitado o inhibido por el entorno. Esta sensibilidad deposita en ella la delicada tarea de contribuir con una participación afectiva, en especial con los hijos. Esto supone el reto de tener que manejarse con mucho equilibrio, con mucha tolerancia a sus propias emociones, lo cual es más difícil en la mujer, por su propia naturaleza. Es solo la vida y el entorno familiar amoroso y comprensivo, el que la ayudará a poder sostener vínculos afectivos con los demás (y, consigo misma) sin perder los límites que corresponden a lo que es digno de ella. De otra manera, está en mayor riesgo de sentirse herida o vulnerada por las expresiones negativas de los demás.

2015/09/15 Te amo pero no te deseo

Es este un problema frecuente que nos llega a la consulta: la falta de deseo sexual en las parejas, en uno de ellos, o en ambos. Se le atribuye con más frecuencia a la mujer, pero, en realidad ocurre igualmente en los varones.

Lo frecuente es que se la pasen tratando de evitar el encuentro o aduciendo cualquier excusa, como cansancio, dolor de cabeza, sueño, etc.

Es posible que un poco a desgano, accedan a tener sexo, pero sin disfrutarlo, esperando que el otro culmine con el trámite que deviene en mecánico.  En otros casos, se finge entusiasmo y hasta pareciera que se disfruta del encuentro.

Lo que no es usual es que las personas se sinceren al respecto. A veces, pasa mucho tiempo hasta que pueda explicitarse lo que ocurre. Y es que se suele entender como una muestra de desamor, confundiendo la expresión sexual con el amor.

Todo lo demás puede transcurrir de una manera normal: el diálogo, el afecto, el cariño,  … simplemente el deseo se ausentó. Cuando esto ocurre en ambos miembros de la pareja deriva en un acostumbramiento a un ritmo distante o a un bajo apremio por tener relaciones, proviniendo las satisfacciones familiares del disfrute de la paternidad o de otros quehaceres.

Cuando ocurre en uno solo de los miembros y el evitamiento es sostenido, pueden generarse resentimientos. Sentimientos de enojo y frustración, que no se expresan, que pueden llevar a un empobrecimiento mayor del clima erótico y, aún más, llegar a contaminar la relación afectiva, derivando en actitudes hostiles directas o indirectas.

Lo frecuente es que en cualquier pareja, con el tiempo y la rutina, el deseo sexual se atenúe, en particular cuando se incluyen los roles de padre y madre. Es por tanto importante estar atentos a que el clima erótico, la sensualidad, la caricia, no se ausenten. Y,  si esto es lo que está pasando, ver la forma de impedir que se apague la llama de la atracción: buscar espacios íntimos fuera de la rutina, salir a bailar, frecuentar amistades alegres y afectuosas, etc.

Lo más importante en estas circunstancias es sincerar a tiempo la situación, procurar rescatar juntos el clima erótico y tratar de no poner en la misma balanza el cariño por el otro, no perder la confianza, sabiendo que el amor está aún presente.

2015/09/15 Cuando un amigo se va... y otro se queda

Hace poco me enteré que mi amigo Pablo había perdido a un viejo amigo de la infancia. Un cáncer fulminante había truncado los varias veces postergados planes de pasar unas vacaciones juntos. 

El pobre Pablo estaba desolado, se le había subido la presión y no hacía otra cosa que rumiar rabiosamente su dolor “¿por qué tiene que ser así?” “¿por qué a él? ¡tanta gente mala que no se muere y justo él”... 

Empezó a tener problemas para dormir, lloraba en silencio... estaba deprimido, estaba de duelo. 

El verlo me conmovió.  Era evidente que lo había querido mucho y sufría por la pérdida. Sé que mi amigo vive así, intensamente, y se da por entero en la amistad. Pero pensé que tal vez, justamente por eso, iba a poder superar la situación.  Cuenta, además, con una familia maravillosa y muchos amigos, nuevos y viejos, de quienes tiene una bien ganada estima personal. 

Visto así, reaccionar depresivamente ante una pérdida, es tan importante y natural como poder reír o disfrutar de un encuentro con quienes queremos. Los problemas surgen cuando nos reprimimos y no nos es posible expresar lo que sentimos.

El tiempo jugará su rol y estoy seguro de que pronto nos encontraremos con su natural alegría de vivir. De todas maneras hemos conversado de su hipertensión y un cierto sobrepeso que pudiera suponer una forma de descuido riesgoso, no vaya a ser que nos dé también lamentables motivos para extrañarlo.  Felizmente, en estas circunstancias, pudo entender mejor el comentario que le había hecho en otras oportunidades y ¡ya comenzó la dieta! 

He aprovechado esta anécdota reciente,  para compartir algunas reflexiones y proponer sugerencias respecto a qué hacer con el amigo en duelo tanto como con las pérdidas y la depresión.

En primer lugar, necesitamos tener en cuenta que deprimirse no es necesariamente malo; es más, necesitamos, a lo largo de la vida, hacer una serie de duelos, que empiezan desde la infancia temprana, con la separación de la madre, que hasta ese momento sentíamos como parte nuestra.  Si no pudimos superar adecuadamente en su momento esta separación, sentir que podíamos ser un individuo distinto de la figura materna, corremos el riesgo de desarrollar más tarde depresiones, problemas de ansiedad u otras patologías. 

En cuanto a la manera en que expresamos nuestros sentimientos y emociones, es importante recordar que todos vibramos de manera diferente. Es lo que forma parte de nuestro temperamento y de la manera como nos hemos ido educando en la vida. La intensidad de las reacciones varía con cada persona y el saber esto tal vez nos ayude a respetar las formas y los momentos en que cada uno se muestra triste o deprimido. Un error frecuente es el de querer  ponerse como modelo de lo que el otro debería hacer o cómo debiera sentir: “Son tonterías...”, escuchamos a veces; o, "Cambia de cara... ¡por peores cosas he pasado sin tanta alharaca...!”.           

Es humano tratar de evitar el dolor y buscar el placer. Por tal motivo, nuestras estructuras sociales no toleran bien a la persona que está deprimida; a todos les mueve sus propios dolores, evitados o no resueltos, y esto no lo quisieran ver o recordar. 

En otras ocasiones, algunas personas comparten el momento depresivo y se quiebran junto con el deprimido, lo que, de alguna manera, los ayuda a conseguir una mutua liberación.

Quien ha transitado por sus propios duelos a lo  largo de la vida, podrá reaccionar empáticamente y, sin alterarse mucho, comprender que el otro necesita vivir su dolor y darse tiempo para hacer su duelo.

A veces, en un primer momento, ante la muerte de un ser querido, las personas reaccionan "como negando" su dolor por lo que está pasando. Puede ser que se dediquen a tareas prácticas y razonables vinculadas al acontecimiento; incluso, es posible que se encarguen de tranquilizar y alentar a los demás deudos. Esta puede ser, también, una manera de darse tiempo, de prepararse para enfrentar el duelo. El problema se presenta si no se logran dar posteriormente la oportunidad de hacer el duelo. 

Entendamos que no podemos forzar la expresión de los sentimientos de otra persona.  Nuestro lugar como amigos está en mantenernos en disposición acompañante. Eso nos permitirá comprenderlo si más tarde surgen en nuestro amigo síntomas “inexplicables”, como tristeza, decaimiento o problemas psicosomáticos (trastornos digestivos, dolores de cabeza, insomnio, etc.). Tal vez, entonces, podamos sugerirle o darle una opinión sobre cuál consideramos que es el origen depresivo de tales molestias.

Respecto a nuestra actitud con el doliente, como vemos, lo más importante es hacerle saber que cuenta con nosotros y que, de alguna manera, haremos honor a la frase “te acompaño en el dolor...”, que muchas veces se escucha en las formalidades, a la hora de expresar el pésame.

Debemos tener en cuenta que, en estas circunstancias, algunas personas, junto con la pena y el dolor, tienen una intensa movilización de sentimientos de culpa y rabia. Esto puede derivar en que se nos adjudiquen culpas injustificadas o desproporcionadas o que se nos reprochen conductas pasadas. Si no se logra comprender lo que está pasando, esto puede llevar a dolorosos pleitos y hasta rupturas. Si logramos tener la tolerancia suficiente, acaso logremos no reaccionar y, amablemente, encontrar otro momento para aclarar el punto, rescatando la realidad de los hechos, evitando que se deteriore el vínculo. Es una manera -transitoria- de “cargar con la culpa”, para ayudar al otro en su descarga. No ayuda en nada ponerse a discutir en tales circunstancias.

En otras ocasiones, si la persona es muy sensible y explota en el momento, puede llegar a situaciones de regresión muy intensas, de derrumbe, con pérdida de su capacidad para valerse por sí mismo, a veces incluso con riesgo para su salud o su vida. En esos momentos no queda otra posibilidad más que una atención permanente, un acompañamiento mayor, asistencia médica... algunas veces hasta resulta necesaria su hospitalización. 

Un caso aparte es el de aquellas personas que erróneamente exageran las atenciones o las prolongan demasiado, de manera que no facilitan el que la persona afectada haga su duelo hasta superar tal situación.  Diera la impresión de que prefieren que tal estado continúe para tener alguien a quien atender, a quien sobreproteger, ya que son personas que necesitan que otros dependan de ellos. Son bien intencionadas... pero pueden dañar al otro.

En el contexto de una familia, el que muestra una expresión explosiva frente a la pérdida suele ser el que "carga con la depresión" a nombre del resto. Esto complica un poco las cosas para el resto de la familia, porque los demás miembros, no sólo tendrán que hacerse cargo del propio dolor  que no han terminado de asumir para poder hacer su propio duelo y se sientes impelidos a liberar al miembro sacrificado de su pesado rol. Este es un juego que muchas veces interfiere en los tratamientos terapéuticos. Apenas el paciente empieza a mejorar la familia hace todo lo posible por interrumpir el tratamiento o, si no, apenas vuelto el paciente al seno de la familia, las tensiones del entorno lo llevan a derrumbarse y “denunciar” una vez más lo que ocurre a su alrededor.

Por último, vale la pena tener en cuenta que en esta época de gran auge en el uso de fármacos antidepresivos, de excelente acción en la recuperación sintomática del cuadro depresivo, muchas veces se desconsidera el necesario trabajo de duelo, la elaboración de los factores personales que se han perturbado y que en este estado salen a la luz; los problemas relacionados con el entorno, con las dinámicas familiares, con viejos duelos no resueltos, etc. A los colegas médicos les debemos recordar las enseñanzas del Dr. Carlos Alberto Seguín en el sentido de tratar no tanto al síntoma como a la persona enferma; esto vale incluso para los verificados cuadros de depresión endógena.

A nuestros amigos que pasan por momentos de depresión: no se automediquen, consulten siempre con un especialista cuando han considerado la necesidad de un apoyo adicional a sus esfuerzos personales; en particular cuando el dolor resulta demasiado perturbador ó incapacitante. 

A quienes los acompañan en sus momentos depresivos, les recomendamos paciencia, tolerancia, prudencia... Si el cuadro es muy prolongado hay que consultar con un psiquiatra; no es bueno dejar pasar demasiado tiempo. No hay que temerle a la depresión. Felizmente hay cada vez más comprensión sobre su naturaleza y más herramientas para tratarla... si es necesario.


Sugerencias y pensamientos adicionales:

- Ya los antiguos romanos nos aconsejaban que, si estamos deprimidos, evitemos juntarnos con personas depresivas. Lo aconsejable es compartir nuestros ratos de compañía con personas alegres y no conflictivas.

- También, fueron los romanos quienes nos legaron la sentencia “mente sana en cuerpo sano”. Sepamos cuidar nuestro cuerpo, alimentarlo sanamente, descansar lo necesario,  ejercitar sus funciones musculares, fisiológicas y sexuales, etc.

- Una vida ordenada, sin excesos, con posibilidades amplias para la expresión de nuestros afectos es casi una garantía de no quebrar al momento de enfrentar nuestras pérdidas.
        
- Los excesos suelen ser producto de la dificultad para tolerar la frustración que supone el reconocer la existencia de los límites.

- La capacidad de jugar, tanto como el mantenimiento del buen humor, nos predisponen favorablemente para sobrellevar las penurias de la vida. Por supuesto, no estamos hablando del juego-vicio que solo sirve para evadirnos de lo que a la larga  tendremos que afrontar.

- La soledad es un caldo de cultivo de las emociones penosas.

- No poder hablar de lo que sentimos nos condena a generar síntomas depresivos o sus equivalentes somáticos (dolores de cabeza, trastornos estomacales, etc.).

- Existe una relación entre la dificultad de expresar agresión y ciertas formas de depresión en las que predomina el maltrato de sí mismo.

- Es necesario que sea el médico quien prescriba los medicamentos adecuados para una depresión. No caiga en la tentación de la automedicación.

- Siempre será mejor funcionar en la vida a partir de lo que se cree y quiere que a partir de lo que se “debe”.

- Resulta importante cultivar la capacidad de perdonar. Así podremos aceptar también que nosotros mismos somos dignos de perdón.

- No trate de ser perfecto ni esperarlo de los demás: “Quien busca amigos perfectos se queda sin amigos”.

- El camino de la vida está marcado por inicios y finales. Frente a ello solo nos alienta pensar que el final de algo sea el comienzo de otra cosa.

- La intolerancia es hija de la soberbia y en sus huertos solo crece la frustración, la amargura y el desaliento; las peores depresiones surgen de allí. Cultivemos la humildad en el terreno de la tolerancia y la comprensión; de ellas surgen las depresiones mas benignas.

2015/09/14 Las compras compulsivas y el "shopping"


Cada época tiene sus modas: se concurre a determinados lugares, se viste de determinada manera, surgen modismos en el hablar, se entretiene uno de acuerdo a ciertos patrones, etc.

De acuerdo al acontecer social, los problemas mentales evolucionan también en sus manifestaciones; hay cuadros clínicos que "se ponen de moda".  En ocasiones, pueden ser el resultado de tensiones propias de las circunstancias, como, por ejemplo, los períodos de guerra o los derivados de la soledad en las grandes ciudades.  En otros casos, resultarán siendo el producto de un sistema de valores que deriva en un vacío existencial en medio de una suerte de consumo material exagerado.

Vamos a hablar un  poco de una consecuencia del funcionamiento de nuestra sociedad de consumo: la práctica del "shopping".  Para empezar, notamos que estamos empleando un anglicismo, detalle que nos coloca en el punto de origen de esta desviación moderna de la satisfacción de nuestras necesidades materiales.
           
La incentivación al consumo, más allá de lo necesario, nos viene del norte, de los grandes almacenes que necesitan vender sus productos y bombardean a la gente con su propaganda hasta "convencerla" de que no pueden dejar de tener esto o aquello. Desde niños, empiezan a caer en la trampa de la publicidad: ciertos juguetes y luego determinadas marcas de prendas de vestir pasan a ser símbolos de status, marcan "la diferencia", dejan la sensación de que si no los posees esto constituye un motivo de vergüenza, de inferioridad social.

Otra manera de movilizar el "shopping" es a través de las "grandes ofertas", en las que mucha gente compra cosas que no necesita o que "pudiera necesitar" con el incentivo de los bajos precios.  Alguna gente, con capacidad de espera (no compradores compulsivos) se beneficia de estas circunstancias, comprando lo que verdaderamente necesita; suele acumular necesidades para aprovechar tales ofertas y "se van de shopping" en los momentos oportunos.

Por otra parte, uno de los mayores promotores de la compra sin límites es la tarjeta de crédito. Pareciera que la gente sintiera por un momento que puede obtener de todo sin tener que pagar.  El sentimiento de omnipotencia sobrepasa la capacidad racional y la perspectiva real de las futuras posibilidades de pago. Este falso sentimiento de poder, esta licencia para trascender las limitaciones, es lo que traerá problemas a las personas predispuestas a la compra compulsiva.

Detrás de todo ello se desliza un sentimiento de carencia, que muchas veces tiene raíces más hondas.  Personas con necesidades de afecto muy intensas, intentan "llenarse" de cosas que compran compulsivamente.  El problema se vuelve más complejo si se pertenece, por ejemplo, a una familia con dificultades de comunicación afectiva, familia en la que, más que afecto, sólo hay una entrega o intercambio de cosas materiales.  De esta manera, las cosas que se compran simbolizan más bien la carencia de afecto, aunque pretendan sustituirlo.

En nuestra sociedad de consumo, en la que cada vez las relaciones personales quedan marginadas por los vínculos de competencia y "éxito" personal, el saldo de vacío emocional lleva a que el consumismo sea una suerte de antidepresivo.  Así, mucha gente, cada vez que anda deprimida, lejos de resolver su problema de fondo, sale de "shopping". Inclusive, algunos consejeros de revistas lo llegan a recomendar a sus lectoras como algo terapéutico.
           
El problema se vuelve mayor cuando esta actividad adquiere un carácter compulsivo, cuando la medida paliativa del vacío personal no se satisface con "el regalito" que nos hacemos y tenemos que comprar más y más; y, cuando no poder comprar se convierte en un motivo de tortura. Es allí donde se nota la falla en el Yo, que no encuentra otros modos de sostener su equilibrio.

El origen de estos trastornos parece ser la ausencia cada vez mayor de relación entre la madre y su hijo en los momentos más tempranos del bebé. Esto, en parte, es producto de la creciente necesidad de que la madre participe de la generación de ingresos para la economía familiar.

Esta ausencia de la madre es sustituida por acompañantes (muchas veces inadecuados y cambiantes), que se constituyen en los antidepresivos y ansiolíticos más primitivos. De esta situación deriva el hecho de que, en el futuro, la persona esté siempre requiriendo de objetos que llenen el vacío que les ha quedado en lo más hondo de sí mismos. Por el mismo motivo, tienen dificultad de intimar con los demás, ya que no han aprendido a relacionarse con una figura materna adecuada desde la más temprana infancia.

Las carencias emocionales de estas personas suelen generar en ellas sentimientos de ansiedad y envidia.  Si ven que otros tienen algo que ellas no poseen, suelen correr a comprarse lo que les ha removido el sentimiento de carencia o se compensan con "algo mejor". La presencia del otro siempre les estará evocando algo que ellos no tienen ya que no han logrado integrar su identidad sobre bases sólidas. Una de las características de estas situaciones se observa como la dificultad para disfrutar de lo obtenido.

2015/09/08 Hacemos el amor... ¿o el amor nos hace?

Actualmente, es común escuchar acerca del hecho de tener relaciones sexuales en términos de “hacer el amor”. En efecto, es probable que una de las cosas que se emparentan con el enamoramiento sea tener sexo con ansias incontenibles. Quizás, por eso, se dé la asociación entre el sexo y el amor. Entonces, en este caso, es la intensidad de la emoción desbordante del sexo durante el enamoramiento la que lleva a esta denominación. Pero, surge una interrogante: ¿hay amor sin sexo? o ¿hay sexo sin amor?  

Sabemos qué es el sexo, pero ¿está claro lo que es el amor? Podríamos decir que el amor, como tal, se genera en el vínculo; en realidad, en la experiencia de intimidad con alguien con quien hemos desarrollado lazos, cariño, ternura, aprecio, simpatía, respeto, con alguien a quien valoramos especialmente y con quien nos gustaría mantener una relación “para siempre”, sin que nos sintamos forzados a ello. Es la sintonía natural de quienes pueden confiar en el otro,  a quien pueden “leer” emocionalmente, con amplia tolerancia al equívoco.  Por ello, no se juega a aparentar o a impresionar, sino a ser con el otro, de manera natural.

La capacidad para amar nace de la capacidad amorosa de la madre, quien, al responder adecuadamente a los mensajes afectivos que le envía el bebé, va configurando el diseño de una disposición afectiva, de una capacidad para, a futuro, relacionarse con los demás; en otras palabras, para establecer lazos de amor, de intimidad y confianza. Entonces,  el amor "nos hace", nuestra capacidad de amar surge de la experiencia amorosa con nuestra madre, cuando somos bebés.  Sin esta experiencia, podremos tener sexo, pero no “haremos el amor”.

Es, entonces, que el amor "nos hace".  Nacemos al amor en la medida que hayamos contado con una madre amorosa y disponible. Esto nos prepara para que en el amor seamos considerados con el otro, con nuestra pareja, para tenerle suficiente tolerancia y comprensión al tratar de ponernos de acuerdo y de construir juntos un “nosotros”, sin que se busquen relaciones de dominio sino tan solo una saludable complementación, que en el sexo tendrá un lugar especial.  Tendremos mayor placer en la medida que gozamos con el placer de nuestra pareja.  Si es así, además de tener sexo, estaríamos “haciendo el amor”.




2015/09/07 Los celos

Los celos son una de las grandes torturas del ser humano. Usualmente se sindica a las mujeres como las principales víctimas de estos inquietantes sentimientos, pero es dudoso decidir si el hombre los padece menos.

Es probable que, dada nuestra estructura, sea la mujer quien tiene mayores motivos reales para sentirlos, ya que el hombre sigue contando con una mayor "tolerancia" del entorno para incurrir en infidelidades. Esta diferencia histórica tiende a atenuarse a la luz de la menor dependencia y mayores libertades con las que cuenta la mujer actualmente.
            
La verdad es que en las circunstancias propias del enamoramiento, unos y otros sienten con igual intensidad el riesgo de la presencia de un tercero que pueda ser más atractivo(a) para la pareja.  Esto es relativamente normal y se atenúa con el tiempo, al amparo de la estabilidad y madurez de la pareja.
           
En general, los celos tienen que ver con el cuidado cariñoso de algo que se teme perder, pero en la mayoría de los casos reflejan más bien inseguridad y baja estima personal. Un factor que suele agregarse es el de una dependencia afectiva muy intensa de la persona con la que se ha establecido la relación.
            
Los celos enfermizos llevan a la persona a imaginarse situaciones mil, en las que su pareja ha concretado al fin el temido encuentro con "la otra"(el otro). Empiezan a sospechar y a preguntar sobre cualquier detalle, sobre cualquier demora. La necesidad de posesión de la pareja  es llevada a tal punto que ni la presencia física los (las) libera de la sospecha de que exista otra persona en su mente.
            
Es penoso observar que este atosigamiento celoso conlleva un grado de agresión tal que provoca justamente la ruptura de la relación o la realización de la fantasía temida: el encuentro de alguien "más valiosa"(o) que ella (él).
            
En la mayoría de los casos, los celos extremos suponen una perturbación mental que tiene su origen en problemas infantiles, abandonos tempranos, traumas, fantasías sexuales reprimidas, etc. En ocasiones, estos celos exagerados se desencadenan por situaciones reales que promueven reacciones inmaduras, donde el orgullo herido, moviliza deseos de venganza o lleva a una persecución "policíaca" en búsqueda de "pruebas", conducta a partir de la cual que ellos mismos resultan ser los más dañados.
            
La motivación real de los celos promueve mucho más perturbaciones conyugales en los varones (por el orgullo herido) que en las mujeres. En cualquier caso, las motivaciones reales de los celos deberían llevar a la búsqueda de soluciones. Siempre que estos problemas se resuelvan de manera madura, la relación terminará enriquecida.
            
No faltan casos en los que, siendo los dos muy dependientes y celosos, se enreden en mutuas situaciones de celos y fiscalizaciones extremas con reiteradas demandas de "pruebas" de fidelidad.