He visto la película “Asesinos por naturaleza”[1], película
de bastante violencia, que muestra a dos personajes centrales aliados contra el
mundo, dedicados a matar a cuanto cristiano o infiel se les cruce, por el
simple hecho de ejercer un poder omnipotente (en el caso de él) y una venganza
(en el caso de ella).
La trama va dibujando, en el entorno de estos personajes, a
una serie de protagonistas de la violencia.
En primer lugar, están los policías. Hay
especialmente uno que, obsesivamente, quiere matarlos con cualquier
excusa.
Luego, tenemos a un reportero que se propone obtener una
entrevista exclusiva para mostrar su primicia y que, al final, termina gozando
de una orgía sangrienta al lado del asesino entrevistado.
Vemos, también, al público televidente, que se muestra en la
película, fascinado por estas noticias e, incluso, algunos llegan a expresar su identificación con los asesinos.
En la chica asesina de la película hay un deseo de venganza
implacable detonado por la violación y maltratos de los que había sido objeto
por parte de su padre, a vista y paciencia de su propia madre, cómplice desde
su pasividad y a quien, por tal motivo, también la matan. Se trataría de una
criminal por reacción a experiencias
pasadas, que han exacerbado en ella la violencia y la identificación con el
agresor.
No sólo entre los humanos sino también entre los animales,
se observa que cada tanto surge alguno con una carga instintiva de violencia
asesina más alta que la normal en su especie. Podríamos hablar probablemente de
asesinos influidos en parte por una fuerte carga genética y por un entorno
social muy desfavorable.
La película me recordó lo ocurrido, hace años, cuando se
amotinaron los presos de lo que entonces era “El Sexto”, un penal ubicado en
pleno centro de Lima. Aquella vez tuvimos la oportunidad de observar “en vivo y
en directo”, por los televisores, escenas muy crueles, perpetradas por avezados
delincuentes. Quemaron a gente inocente,
balearon a otros, los cortaron, los acuchillaron. Fue realmente espantoso.
No hubo canal de televisión que no estuviera detrás de la
primicia. Tal como en la película, mientras más crueldades mostraban, era mayor “el éxito periodístico”.
Desde entonces, a lo largo de los años, hemos visto que
estos “estilos periodísticos” se mantienen en la misma línea porque hay un
amplio sector del público que consume su producto. Esto les permite mantener un alto “rating” a
las emisoras y a los periódicos. Digamos que la responsabilidad es compartida
por este tipo de periodismo y, también, por la gente que se ve atraída por este
género de noticias. Alguien me decía
recientemente que no se puede concebir un periódico sin noticias policiales
truculentas, so riesgo de no vender.
Revisando la historia, los sangrientos espectáculos
televisivos, que ahora nos llegan de todos los rincones del mundo, gracias a
internet, son los modernos sustitutos del circo romano de hace más de 2000
años. La esclavitud, la Inquisición, el
Nazismo y las incontables guerras sucias que se han dado a lo largo de los
tiempos, han permitido a los seres humanos aprovechar la ocasión para descargar
su crueldad, amparados en “causas justas”.
Los vídeo juegos y las películas de violencia ocupan un
lugar muy alto en las demandas y preferencias del público. Algunos de
sus “recios actores”, como Van
Damme, Schwarzenegger o Stallone, son
altamente cotizados por las productoras
de dichas películas.
¿Por qué las preferencias del público por estos “héroes” de
la violencia? Reflexionemos e intentemos desarrollar posibles interpretaciones. En primer lugar, el ser humano está
constituido por dos componentes instintivos: aquel relacionados con la vida y
el amor y aquel que tiene que ver con la agresión y la destrucción. Ambos
elementos son susceptibles de reprimirse o canalizarse, pero siempre
constituyen una amenaza para el yo de la persona cuando están exacerbados, más
aún si su “yo” es débil y frágil. Es así que, dadas ciertas circunstancias,
todos somos susceptibles de actuar violentamente.
En las estructuras de personalidad frágiles, debido a
experiencias negativas de amor o de sostén, es fácil caer en la tentación de
emplear la agresión y la violencia sobre otros, como una manera de sentirse
poderosos y omnipotentes. Es por ese
motivo que muchos de estos “malos” luego se muestran como cobardes. Esta
“tentación” por el poder, que la violencia otorga, es mayor si se ha vivido
vejámenes, violaciones o maltratos. Estas personas suelen, más bien, temer al
amor y denigrarlo.
Para estas personas de temperamento violento, la relación es
entendida sobre la base del sometimiento del otro o de su aniquilación si no se
somete. Sucede que, a veces, se generan alianzas para el manejo del poder, pero
la estructuración de éstas es siempre inestable. Con frecuencia vemos que es el aliado “más fiel”
quien termina liquidando al jefe poderoso apenas las circunstancias lo
permitan.
Las personas comunes y corrientes solemos “descargar”
nuestra agresión “poniéndola a
distancia”, “poniéndola fuera”; por ejemplo, viendo determinadas películas
plagadas de violencia, mediante video juegos que nos llevan a actuar con mucha
agresividad y sadismo o participando de espectáculos no exentos de crueldad y ensañamiento, como
las peleas de perros, de gallos, etc.
Pero, lamentablemente, para algunas personas, debido a su
fragilidad emocional y a la dificultad en el manejo de sus impulsos, después
van a tener pesadillas o mostrarse más agresivas en su vida cotidiana. El peligro para ellos, entonces, es que más que una descarga, estas
actividades muchas veces resulten en una “recarga” de su violencia.
De forma mucho más saludable, podemos descargar nuestra
agresividad mediante deportes como el
fútbol, el tenis, el básquet, etc. Aunque, desgraciadamente, especialmente en
el fútbol, vemos que generalmente se exacerban los ánimos en las tribunas, con
consecuencias también violentas y nefastas.
Generalmente, este “poner fuera” da una sensación de manejo
de nuestras fantasías agresivas, salvaguardando al yo del riesgo de vivirlas
internamente. Una cierta catarsis es
posible a través de este recurso.
La única manera constructiva de manejar nuestra agresión es
bajo la tutela del amor. No se trata de no ser agresivo, de lo que se trata es
de no dañar. Para eso, debe uno ser consciente de sus potenciales agresivos y
de la eventualidad destructiva de los mismos.
El ser humano ha estado jugando con el gatillo de la
destrucción de la humanidad durante años; la guerra atómica estuvo flotando en
el ambiente en medio de pugnas de poder. No debemos olvidar que aquello que fue
manifiesto estará siempre latente, porque forma parte de nuestra naturaleza
humana. Un nuevo Hitler u otras circunstancias pueden llevarnos nuevamente a
una espiral de violencia. Por lo pronto, tratemos de conducir adecuadamente nuestra agresión.
Hay una relación directa entre la agresión violenta y la
paranoia. Para la persona paranoide,
quien no piensa igual que uno es un enemigo al que se debe destruir porque, si
no, será él quien nos destruya.
Sugerencias
- Es tan negativo dar rienda suelta a nuestra agresión como reprimirla masivamente.
- Si no eres capaz de darte cuenta, de reconocer el daño que originas con tu agresión, no estás preparado para relacionarte con un otro.
- La agresión es necesaria para establecer los límites con los demás, la manera más corriente de expresarla es aprendiendo a decir “¡No!”
- Si te percibes muy agresivo por temperamento, busca canalizarlo. El deporte, las artes marciales y otras actividades pueden resultarte útiles. Lo que importa es que te lo propongas.
- “Cuídate de las aguas mansas”, dice el dicho. No hay que creer demasiado en la bondad exagerada, casi siempre es una reacción que oculta mucha agresión.
- Procura instalarte en la vida con algún precepto rector, por ejemplo, los médicos nos guiamos por: “en principio, no hacer daño”.
- No cultives el rencor, el ansia de venganza; ello sólo terminará por ahogar lo bueno de ti mismo.
- El poder embriaga y obnubila nuestro juicio, impidiendo discriminar adecuadamente nuestra posibilidad de causar daño. Siempre que tengamos poder tengamos al lado un aliado justo.
- Si reaccionas fácilmente con violencia, estás a la defensiva, pregúntate qué te puede estar afectando o faltando.
- Para vincularnos con los demás, son necesarias las normas y su cumplimiento.
- No es ningún pecado enojarse u odiar, siempre y cuando sepamos por qué sentimos lo que sentimos. A veces es simplemente una trampa en la que caemos con facilidad, muchas veces presionados por el entorno.
[1] La película “Asesinos por naturaleza” está basada en una historia de Quentin Tarantino y fue dirigida
por Oliver Stone
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