Los puntos de partida de las vocaciones son las
inclinaciones, simpatías y emociones respecto a alguna actividad o
quehacer. Estas inclinaciones, sin
embargo, no constituyen de por sí una vocación. Tienen que organizarse y
configurarse como un deseo; tiene que darse algún talento o la posibilidad de
desarrollarlo.
En algunos casos, las vocaciones tienen el carácter de
"un llamado interior", con un fuerte carácter conviccional: “Estoy
convencido de que esto es lo que debo hacer en mi vida”. Pero, aún así, las
vocaciones tienen que fraguarse en el ejercicio mismo, que las pone a prueba.
Es muy frecuente observar a los adolescentes presionados por
tener que decidir su futuro profesional, sin haber madurado suficientemente el
sustento de su vocación profesional. Las tenues simpatías por alguna carrera a
veces provienen de la imitación o de la presión publicitaria. Esto puede
aparentar toda una decisión, ya que los chicos generalmente tratan de aparecer
como "muy decididos", para auto-afirmarse, pero esto nada tiene que
ver con una verdadera vocación.
En otras ocasiones, observamos que la familia presiona para
que el hijo siga la carrera del padre y "se mantenga la tradición".
En otros, funciona el sentido práctico, se tiene el negocio o la tienda y se
decide en función de continuar con aquello que ya está funcionando en la
familia.
He visto ahogar el desarrollo de algunas inclinaciones que
bien hubieran podido cuajar en vocación.
Suele ocurrir cuando hay una sobre-exigencia de la persona en
formación. Cuando se generan demasiadas
expectativas desde los padres o la sociedad, el muchacho deja de sentir que el
objetivo sea suyo y puede llegar a rechazar aquello que en un inicio le era
grato.
Es oportuno recomendar que se les otorgue un tiempo a los
adolescentes antes de decidir por comenzar una carrera. En ese lapso, para
escuchar “su voz interior", podrían ir observando mejor las circunstancias
de la vida que les ha tocado vivir y, acaso, realizando actividades
alternativas de carácter “no definitivo", como trabajar, hacer deportes,
estudiar idiomas, etc. La vocación supone el profundo compromiso consigo mismo
y con los demás en un sentido distinto
al de la obligación.
Es notorio y hasta penoso ver cómo muchas personas que
tienen talentos no los cultivan permitiéndose llevarlos a un nivel de
profesión. Detrás de una buena vocación suele haber una relación familiar
buena, acogedora, con respeto por uno mismo y sus inclinaciones. Quien se
siente acogido y respetado, tiene oportunidad de darse cuenta de sus aficiones
o tendencias y las puede cultivar. Quien
crece en un ambiente de cariño y aceptación, realimenta su autoestima con cada
logro, con cada paso en el camino de su realización vocacional. Importa
muchísimo el "pequeño detalle" de la autoestima para cuajar en el
desarrollo vocacional.
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