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2015/02/04 ¿Conectado o desconectado?


(Publicado en la Revista Resource)

Hace meses me consultó un joven ejecutivo, desempleado, quien traía como primera preocupación su dificultad para lograr un compromiso de pareja estable (sus relaciones solían ser muchas y cambiantes).  En segundo lugar, empezaba a preocuparle el prolongado tiempo sin conseguir el alto nivel de empleo al que estaba acostumbrado.

Al sentarse, noté que depositaba en la mesita lateral dos modernos aparatos de comunicación, uno de los cuales podría identificar como un blackberry y otro, que no supe qué era, que lucía igual de sofisticado.

Ya en la sala de espera, me había recibido mirando fijamente uno de estos aparatitos mientras escribía algo en él.  Luego, durante la entrevista, empezaron una serie de interrupciones, en las que, luego de decir “disculpe”, miraba y escribía en estos aparatos móviles, lo que cortaba el diálogo, generándome una sensación de incomodidad.

Dada esta notoria interferencia,  se la señalé preguntándome y preguntándole si ésta no sería una muestra de su “dificultad para conectarse” y, tal vez, hasta para “comprometerse”.

Su respuesta apeló a la “normalidad” de su uso, a su necesidad de estar conectado porque en cualquier momento podía llegar un mensaje o una llamada  importante.  Es decir, no acogió la invitación a desconectar sus aparatos para poder conversar sobre los motivos de consulta.

Por cierto, esta persona sólo vino un par de veces más, repitiendo la misma pauta.  Era notorio que le costaba entender mis intentos de relacionarme con él, atrapado como estaba en su peculiar “sistema de comunicaciones”.

El escenario que comparto es lamentablemente cada día más frecuente.  Aparentemente, estamos más comunicados que nunca, a la vez que nos es casi imposible compartir un tiempo con los demás de manera presencial, con resonancia afectiva, visual, con intimidad, sin prisa… En otras palabras, para algunas personas el contacto humano natural queda cada vez más distanciado debido a la tecnología.

Por cierto, como en todo, el uso racional de estos instrumentos es útil y brinda muchísimas ventajas.  El problema viene cuando su utilización desmesurada nos atrapa a nosotros o a nuestros hijos, condenándonos a una existencia virtual que favorece el empobrecimiento de los lazos afectivos o de los compromisos personales.  Esto se suma a una tendencia social predominante de formas individualistas y egoístas.   

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