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2018 10 23 El camino a la humildad


Recoge  diligente  nuestros  ropajes,  aquellos  de  los  que nos vamos desprendiendo, poco a poco, en tanto  son  formas  aprendidas  para  impresionar al resto.   En  algún  momento,  nos  resuenan  como estridencias o ruidos, que perturban lo que realmente somos y queremos transmitir.

Cuántas veces nos hemos visto alzados sobre los demás con gestos que ya no tratan de aclarar las cosas sino de imponernos, impulsados por la vanidad, el desdén o la arrogancia.

A veces, tarda uno en percatarse de cuán empobrecido se termina con estas imposturas. Con un poco de suerte, aprendemos que en la modestia y el buen compartir está la riqueza asegurada, al igual que en la gratitud por la mirada amable que los demás nos puedan dispensar, sin creer por eso que somos “lo máximo”.

Podemos desarrollar la plenitud de nuestro ser con total sintonía con lo que verdaderamente somos y queremos, sin temer el posible rechazo ni hipotecarse a la necesidad de aprobación de los demás.

El camino a la humildad es largo y entretenido. No tiene ataduras, en tanto es algo que en algún momento simplemente fluye; y, la sensación de libertad que lo acompaña adquiere el rostro de plenitud, de satisfacción y contento, de aquello que solemos llamar felicidad. 

Ser humilde es básicamente aceptar lo que somos, con nuestras potencialidades y limitaciones, y ser consecuentes con ello, sostenidos por un respeto a la coherencia que adquiere dimensiones de valor, de honor. Se trata de honrarnos a nosotros mismos sobre la base de ser honestos con los demás, incluso en aquello que no califica en lo que se espera que seamos. Damos lo que podemos y también recibimos lo que la vida nos ofrece, sea poco o mucho, pero siempre con gratitud.

La humildad coincide con nuestra disposición a aceptar, en la justa medida, ni más ni menos; sabiendo, además, esperar cuanto haya que hacerlo, para recibir lo que se nos ofrezca, sin declinar la ilusión en el espacio de la espera.

El camino de la humildad es, entonces, el tránsito hacia ser simplemente ése que uno es, perdiendo las formas que los atavismos de la vida han forzado en nosotros, en donde podemos tomar conciencia y declinar lo que ha sido forjado por el miedo, la codicia o el resentimiento, así como por la ausencia de oportunidad para cultivar la continuidad del ser.

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