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2015/02/04 El estrés y la irritabilidad


(Publicado en la Revista Resource)

Es muy frecuente en nuestros días escuchar a nuestros colegas o a nosotros mismos decir “estoy estresado”, cosa que asociamos inmediatamente con “estar muy tenso”.

Vale la pena aclarar que hay un nivel normal de estrés, que proviene de la aprensión para la acción y la disposición para enfrentar y resolver problemas, trámite en el que se pone toda la atención.  Usualmente, la resolución de la situación que originó el estrés, lleva al relax (otra palabrita muy mencionada).  Hasta aquí, las cosas transcurren dentro de la normalidad.

El problema relacionado con el estrés proviene, generalmente, del ritmo en que nos estamos acostumbrando a trabajar. No hemos terminado con un problema y ya estamos en otro, si es que no tenemos tres retos que resolver a la vez. 

No hacemos espacio para que se produzca el relax, tomados por la necesidad de llegar a metas de productividad, de estudios, de obligaciones… incluso, de diversión.  No hemos tomado conciencia de la necesidad de ponernos límites y, por eso, exigimos al cuerpo y a nuestros sentidos, mucho más de lo que están programados para soportar genéticamente.

Es así que generamos un estrés patológico, el cual nos afecta, nos crea trastornos físicos (al punto de poner nuestra vida en riesgo) y nos altera el humor.

La irritabilidad es una consecuencia frecuente y es lamentable que poco a poco nuestro entorno se vaya afectando con nuestro humor alterado y agresivo, pronto a reaccionar negativamente.  En el trabajo se van generando enojos, temores y resentimientos, un contagio que extiende el estrés como un reguero, adquiriendo formas de mala disposición, reacciones negativas y una declinación laboral.

En casa, es muy posible que también se generen conflictos parecidos, los cuales se intensifican cuando el ejecutivo estresado descarga con más facilidad su irritabilidad con la esposa o con los hijos.  En casa la susceptibilidad es mayor, en tanto los lazos familiares son mayores y complejos; se requiere mucha comprensión para no reaccionar ni armar desfiles de caras largas.  Para los hijos, suele ser muy difícil entender que papá o mamá están tensos y que el problema no es con ellos. El nivel de incomprensión es mayor en las familias que se comunican poco o que tienen un nivel de indiferencia tal que no se siente ninguna responsabilidad pro lo que le pasa al otro.

De cualquier modo, si nos damos cuenta de que estamos irritables y sobrecargados de estrés, es nuestra responsabilidad cuidar de nosotros mismos, buscar el relax y dosificarlo, atenuar nuestros afanes y disminuir el ritmo de las obligaciones.   Recordemos que trabajamos para vivir y no al revés.

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