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2009/02/12 Ritos de iniciación

Hace poco fui entrevistado para opinar sobre unas imágenes que mostraban a un grupo de ingresantes a la policía que estaban siendo “bautizados” de una manera poco grata a quien lo viera. Tenían que arrastrarse en el barro, les metían tierra en la boca, luego pasaban en medio de basura y, a más de uno, le ponían basura en la boca.

La periodista urgía a una toma de posición de tipo “bueno” o “malo”. Al parecer, se buscaba condenar estas prácticas ante la mirada de la opinión pública. En el fondo, se condenaba a la institución policial por la afrenta a los derechos humanos.

Resultó algo difícil, frente a tamaño punto de partida, sostener que los ritos de iniciación son importantes, que forman parte de todas las culturas y sus respectivos segmentos: religiosos, castrenses o de cualquier otro orden, por lo que, como es lógico, cada quien tendrá sus respectivos ritos.

Siendo así, no podemos esperar un rito religioso como tema central en la iniciación de una institución castrense (salvo alguna especialísima excepción). Los ritos se establecen como una puesta a prueba de la convicción de quien pretende ingresar a la institución.

Lo más importante del rito es que sea sostenido por un valor superior, al que se aspira, con el que uno se identifica y a cuyas leyes somete su individualidad. En las instituciones castrenses es de esperar que sus pruebas tengan que ver con valor, fuerza, obediencia y perseverancia. Los candidatos podrán elegir entre someterse o no a los ritos de iniciación. En caso de no aceptar el rito, la consecuencia natural es que no sea aceptado en la institución. Si su vocación persiste, tendrá que desarrollarse en un contexto o grupo diferente o, tal vez, tomar conciencia de que no tenía la motivación suficiente para pasar por el “sacrificio” iniciático.

Lo más importante de un rito iniciático es que sostenga un valor. Este valor caracteriza una aspiración social o cultural, una creencia, una posición ante la vida, una tradición, etc. El más común de los ritos en las culturas tiene que ver con el pasaje de la niñez a la adolescencia, a la condición de incipiente adulto, con mayores compromisos e identificación con el grupo social al que pertenecen. Pruebas de valor, de tolerancia al dolor, de enfrentamiento al peligro, suelen emplearse para probar el temple de los jóvenes a la vez que implica una demostración de disciplina y cercanía con los mayores.

A partir de entonces, ellos mismos pasan a ser guardianes del cumplimiento de las normas en torno al valor establecido. Es como consolidar una estructura que trasciende a los individuos, poniéndolos al mismo nivel a la vez que facilitando la organización de jerarquías. Todos tienen que pasar por el rito, eso los hace iguales. Todos, por tanto, asumen el compromiso respecto al sostenimiento del valor alrededor del cual se han unido.

El rito, entonces, tiene una dimensión integradora, cohesiva, un supra valor que tiene sus leyes y sanciones. La mayor de las sanciones es la marginación del que no adscribe al rito iniciático o que no lo cumple a cabalidad.

Psicoanalíticamente, tendría relación con la noción de súper yo y el rito sería una suerte de castración simbólica por la cual se declina la omnipotencia personal a favor del valor elegido como ideal. El riesgo es que el rito se convierta en una forma de someter y perpetuarse en el poder de los mayores respecto a los jóvenes, lo cual permite muchas veces eliminar a los nuevos adversarios que amenazan al statu quo.

Los ritos son indispensables en la organización de los grupos sociales y su pérdida o ausencia pone en riesgo la convivencia en sociedad, ya que cada quien se puede sentir con derecho a realizar de manera irrestricta sus deseos o fantasías, sin el menor respeto o compromiso con los derechos o necesidades de los demás.

En el caso anterior, lo que prima es el principio de placer y su consecuencia natural sería el caos y la destrucción. Se instala una suerte de “babelización” donde nadie participa de una lengua común.

En nuestro país lamentablemente los ritos de iniciación en la adolescencia tienen más que ver con cuándo se inició el joven en el consumo de alcohol o marihuana o con el inicio de una sexualidad que suele tener poco de intimidad. Esta situación es favorecida por la cada vez mayor aspiración de los adultos a ser adolescentes, con todo el aparataje maquillador y quirúrgico al que se suele apelar.

Como consecuencia de lo anterior, en los adolescentes surgen confusas rebeliones y aspiraciones identificatorias, expresadas dramáticamente en los cuerpos de las anoréxicas o en la apelación al uso de tatuajes o perforaciones corporales, cosa que supone una seudo oposición depositada y atrapada en el cuerpo. Pareciera que se hubiera perdido la pasión, la ilusión, los ideales. No se vislumbran alternativas de simbolización reflexiva, ni propuestas de valores alternativos que sustituyan a los ya ausentes o a los deteriorados ritos que la estructura social (“adulta”) les ofrece para sostenerse en la vida, para lograr su pertenencia al colectivo social. Todo luce como parodias, que nadie parece poder sostener en serio, partiendo de la consabida definición y del ejercicio de la democracia.

El ideal de “ser” en nuestra sociedad está más ligado al de “parecer”, no importa si hay sustento de valor detrás de lo que se representa. El amparo de atajos en relación a obtener dinero o poder transita demasiado en el terreno de la corrupción, el tráfico de drogas o de influencias. No hay sanción social. No hay honor que rescatar o sostener. No hay ritos de iniciación que lo instalen; ritos por los que estemos dispuestos incluso a dar la vida en función de un sentido trascendente en cuyo contexto valga la pena vivir.

Hay que reconstruir nuestros ritos, rescatarlos de esas formas grotescas en las que puedan haber derivado. No es la burla ni la humillación lo que debe perseguirse con el rito de iniciación sino el valor trascendente que está más allá. Hoy, más que nunca, los ritos son necesarios, pero no los ritos estereotipados que olvidaron su sentido. Son los valores, la generosidad, la solidaridad, la honestidad, el honor los que tienen que darles sentido.

3 comentarios:

carola dijo...

Interesante punto de vista, que lindo artículo, creo que mas que de "ritos" deberíamos hablar de "hitos", de comienzos memorables, de puntos de partida importantes, de símbolos, y por supuesto esos ritos de iniciación no son dignos de seres humanos, creo que la cultura que nos rodea, hace mucho perdió la brújula. Gracias por tu blog: Carola

Pedro Morales dijo...

Gracias por el interés Carola, estimula saber que hay quienes comparten estas inquietudes, como en viejos tiempos de oscuridad, mantengamos viva la semilla. Hay ritos que se juegan en el día a día y allí nos toca siempre un lugarcito para mantener el sentido de lo espiritualmente humano.
Gracias nuevamente
Pedro.

Anónimo dijo...

Estoy realizando un proyecto sobre las "novatadas" desde un punto de vista psicoanalítico y su artículo me ha parecido muy interesante desde la importancia de la simbolización.
Un saludo
Silvia Pomares
Madrid, España