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2008/11/16 El hijo preferido

Hace poco, conversando con una persona por un problema laboral (estaba sin trabajo), pude recoger una viñeta como para compartir, respecto a las ventajas y desventajas de ser "el preferido".

Éste era el cuarto de cinco hermanos, todos varones. Desde pequeño se había sentido apocado frente a sus hermanos, en especial frente a los dos mayores, a quienes el padre veía como fiel reflejo de sí mismo y con quienes tenía un trato preferencial, especialmente con el mayor de todos.

Observar esta situación lo había tornado triste y retraído, hasta que, ya en el colegio, logra levantar su ánimo al comprobar que tenía un buen rendimiento escolar y cierta popularidad entre sus compañeros.

Años más tarde se aleja de la casa para estudiar en el extranjero. Se gradúa, logra una maestría y muy pronto se integra a una gran corporación internacional, en la que se convierte en un apreciado ejecutivo.

Se casa enamorado de su mujer y tienen dos hijos que crecen saludables. La relación con su mujer se mantiene en niveles de armonía y mutua necesidad, sin perturbaciones más allá de las cotidianas.

El hecho es que, por cuestiones de principios, se aparta de la empresa en la que viene trabajando varios años, retorna al país y resurjen viejos fantasmas.

Al intentar organizar una empresa, percibe que el padre no está dispuesto a acompañarlo, pese a que sería en condiciones ventajosas para él (para el padre), simplemente porque "ésta" no era el área en la que el padre quería que desarrollasen sus hijos.

Esto lo lleva a evocar las marginaciones de la infancia, hasta el punto de sentirse nuevamente inseguro, como cuando niño. Los hermanos siguen siendo los preferidos, pero a costa de hacer todo el tiempo lo que el padre les señala: si no se dedican a la exportación (ocupación del padre) simplemente quedan fuera.

Es interesante observar que el hermano mayor, en algún momento, toma iniciativas que a todas luces eran descabelladas. Pero, como se encontraba dentro del rubro amparado por el padre, no encuentra objeción de éste, quien lo apoya, y lo emprendido fracasa.

Luego del fracaso, es evidente que estas iniciativas deben ser abandonadas, pero el hijo persiste tercamente y el padre lo sigue apoyando en la ruta equivocada. Poco a poco, se van hundiendo juntos... El hijo jala al padre en la caída y es probable que terminen en el colapso total.

Mientras tanto, nuestro personaje original ha retomado contactos con empresas de primer nivel y ya tiene en cartera dos consistentes propuestas. Lo más importante, sin embargo, fueron los contactos internos: las fuerzas que lo llevaron a desarrollarse, a independizarse y madurar, con mucho esfuerzo y sacrificio; diría que, también, con mucho dolor.

Dada su formación, pudo opinar respecto al manejo equivocado en el que estaba el hermano, pero no fueron escuchadas sus sugerencias. Prevalecían algunas necesidades de un orden más bien irracional y pudo llegar a entender que nada podía hacer; que, por decirlo así, de algo terrible se había salvado al no ocupar el lugar del "preferido".

Me pareció un buen ejemplo de cómo la elección del preferido puede estar basada en una necesidad narcisística del padre. Él necesita que su hijo sea él mismo, una prolongación de sí, negándole al hijo el derecho a la existencia propia.

La aceptación de la “elección” permite ocultar la hostilidad del padre hacia el hijo que viene a quitarle su lugar. En el hijo, ciertamente, no hay ninguna aceptación sino un gran sometimiento porque, de otra manera, quedaría fuera, no solamente desamparado sino condenado por el padre. Todo queda perfectamente revestido por un maquillaje de afectos y preferencias que no permite mayores dudas a los observadores: “¡cómo te quiere tu padre!”, dirán.

Si observamos el resultado final -ambos hundiéndose en el fracaso- veremos materializado el contenido de fondo: el mutuo odio escondido y una terrible dificultad para separarse, para romper con el encantamiento narcisista que no permite la separación ni las diferencias.

Ciertamente, es posible que “el preferido” no tenga que correr tan trágicas consecuencias... Todos los padres nos vemos reflejados en el espejo de nuestros hijos. Identificarnos con ellos es saludable y fortalece el aprecio por sí mismos. Los problemas surgen cuando empezamos a necesitar que se nos vea de determinada manera y no como somos realmente, cuando no queremos dejar de ser los héroes idealizados ni tampoco queremos (podemos) ver a nuestros hijos como realmente son.

Si nuestros hijos recogen nuestras identificaciones con ellos sobre la base de lo que son realmente, de sus cualidades y limitaciones, el resultado será totalmente diferente, tendremos hijos sanos -tal vez no ideales- que no se encontrarán atados a la necesidad de representar un papel ajeno a sí mismos.

Otra situación de “preferencia” ocurre cuando, de manera aparentemente contraria a lo descrito en primer lugar, el hijo es elegido para ser el depositario de todos los males del padre o, más ampliamente, de la familia. Es la configuración de la conocida posición de “oveja negra”. Todo lo malo que pasa en la casa es por culpa de él y, si no pasa nada, él dará motivos para que los demás descarguen toda su agresión sobre sí. Es la única manera en que puede sentir que tiene un lugar en la casa. Por supuesto, casi nunca puede ser él mismo.

Con él se aprovecha cualquier motivo para deslizar reproches y descalificaciones. Muchas veces, el motivo es que es más inquieto, preguntón agudo, de los que quieren saber más del porqué de las cosas y resultan incómodos para quienes precisamente necesitan que las cosas se hagan “porque lo dice papá”.

De esta manera, pueden llegar a tener una visión totalmente equivocada de sí mismos, considerarse una suerte de “patitos feos”, que sólo la gente de fuera de la casa puede ver como “cisnes” (esto en los casos de aquellos con mayores esperanzas; es decir, aquellos que logran algún espacio fuera de la familia).

Alice Miller, una psicoanalista suiza, en su libro “El Drama del Niño Dotado”, nos habla de una situación particular, la de niños que, con cualidades especiales de percepción, sin que su familia sea especialmente perturbada, quedan atrapados por la captación de los problemas o carencias de sus padres.

Son especialistas en funcionar sobre la base de los deseos de los demás. Fácilmente se convierten en los “elegidos”, porque realizan justamente lo que el otro desea idealmente o no ven lo que el otro necesita que no se vea (justamente porque ellos "sí lo ven").

Suelen ser los primeros de la clase, los más responsables, los más preocupados por los demás. El único problema es que se la pasan viviendo una existencia ajena y no les es fácil llegar a ser ellos mismos. Estos niños serán fácil presa de padres con necesidades enfermizas, como los de los ejemplos anteriores.

De hecho, ellos mismos se convencen y convencen a los demás de que no necesitan nada, lucen fuertes y responsables. Suelen desarrollar enfermedades psicosomáticas, las que, a la postre, materializarán los afectos que no pudieron expresar, en especial su cólera.

Muchas veces, los hijos -huyendo de una situación como la descrita- se refugian en conductas de rebeldía sociopática, enfrentados con la ley, consumiendo drogas (terrible paradoja ésta de caer en la dependencia “buscando la libertad”)... en fin, haciendo todo lo posible para llevar las cosas a una alternativa de “decorosa” dependencia: que los padres tengan que ocuparse de él; precio tremendo que tienen que pagar (los padres) por inducir esta condición, ya que es constante y agotadora la agresión con que reclaman estos chicos lo que sienten que “se les debe”. Muchas veces los padres caen en el error de verse invadidos por la culpa y tratan de aplacar “sus faltas” compensando exageradamente al “agraviado”. Pierden, por tanto, la posibilidad de ayudarlos a obtener los límites que les permitan vivir una vida personal y sana.

En muchísimas otras ocasiones he podido observar que "el preferido" o, podríamos decir, “el elegido”es el hijo al que se trata como "el pobrecito", por razones reales o creadas: una enfermedad, la pérdida de la madre, la carencia de padre, un accidente, etc... Estos hechos parecen justificar el que se les prodigue atenciones de por vida. Se entiende que a lo que me estoy refiriendo es a los casos en que la necesidad no es la del hijo sino de la madre, del padre o de ambos, que necesitan de alquien que dependa de ellos.

A veces el padre, para liberarse de una esposa absorbente, “le regala” un hijo para que "esté ocupada"; en otros casos, la vive embarazando como manera de “tenerla entretenida”. En esta última situación se genera un “¡sálvese quien pueda!” de parte de los hijos, caso en que “el que la lleva” es "el elegido", (por cualquiera de las variables mencionadas previamente).

En un país como el nuestro, en que la misma fundación del imperio incaico tuvo que ver con una vara (la de Manco Cápac), habrá que revisar nuestras envidias respecto a "los preferidos", que han tenido que empeñar la dignidad y el alma para lograr el lugar privilegiado, muchísimas veces sin el menor mérito para ello.

Eso sí, tengamos como preferidos a quienes de verdad tengan cualidades como para merecerlo; en principio, que tengan la elemental capacidad de reconocer la necesidad de sostener nuestras mutuas diferencias de manera respetuosa y creativa.

16 de noviembre de 2008

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