Uno de los mayores fantasmas que acompaña una relación de pareja es el de la infidelidad. Esto se debe a que, ya sea desde el sexo o del cariñoso apego, surge de a pocos el anhelo de exclusividad.
La entrega en la relación se sostiene en la confianza, en la sensación de disponibilidad que surge de lo más íntimo de su naturaleza. La persona entregada en una relación de pareja se torna vulnerable a la pérdida de la misma, especialmente si se ve engañada o abandonada debido a la presencia de otra persona.
Enfrentados a la infidelidad de nuestra pareja, es inevitable sentir un revoltijo de emociones y sentimientos, que usualmente nos confunden y tornan difícil el entendimiento desde la razón.
Muchas veces la infidelidad es la consecuencia natural del deterioro al que ha llegado una pareja. Y, así lo pueden entender quienes tienen cierta solidez en su estima personal. Sin embargo, la forma, el engaño, no deja de afectar nuestra autoestima y el respeto por quien hasta entonces fuera nuestra pareja. Mella nuestra posibilidad de confiar pero, también, presta oportunidad a una saludable elaboración de aquello que no se estaba pudiendo reconocer: que la relación andaba en problemas.
No es infrecuente que, a partir de este incidente, la pareja reencuentre los motivos que la llevaron a unirse y a valorar a quien se eligió como pareja. De esta manera, la infidelidad, entendida como un síntoma de que algo no camina en la pareja, puede llevar a encontrar soluciones que incluso enriquezcan el vínculo.
Por cierto, todo depende de la naturaleza de la infidelidad. No es lo mismo una aventura transitoria que un romance paralelo. La herida que surge a partir de un engaño gravoso puede tornar irreversible la relación. En estos casos los intentos por volver suelen tornarse en un vínculo por demás ambivalente y torturante en el que el apego se tiñe de una amplia gama de matices de resentimiento y ocultas fantasías de venganza que no ceden con el tiempo.
La convivencia con camas separadas, la anulación del contacto sexual, la incomunicación, al punto de no hablarse o no dejar de expresarse con rabia, el predominio de la ironía, la censura y el reproche constantes, son sólo parte del alto precio de seguir unidos sin que haya cicatrizado la herida que la infidelidad desencadenó.
Es bueno recordar que el entorno social condiciona las infidelidades. Así, los hombres, catalogados como “más sexuales”, parecieran tener una excusa asegurada, mientras que en la mujer la sanción social ha sido usualmente dura. En algunas culturas aún se castiga lapidariamente a la adúltera. Esta condición se ha modificado en occidente, donde las estadísticas de infidelidad femenina han aumentado y la sanción social, por lo menos en el contexto femenino, es mucho más permisiva.
Por supuesto que, más allá de los condicionantes sociales o familiares, cada pareja decidirá cual es el acuerdo respecto a la fidelidad esperada. Algunas parejas optan de manera explícita por mantener una relación “abierta”, con o sin compromiso de continuidad. Hay quienes llegan a incluir al tercero en la relación. Las variables son infinitas, tanto como las causalidades de la infidelidad.
Dada la realidad mundana de las tentaciones, hay parejas que optan por el “ojos que no ven, corazón que no siente”. Expresado en un frecuente “si llegas a hacer algo, que no me entere…” o “ni me lo cuentes”. De todas maneras, se sobreentiende que se refieren a aventuras fortuitas, ya que nadie estaría de acuerdo en otorgar licencia para un romance que ponga en cuestión la continuidad del vínculo.
De las múltiples formas de infidelidad, las más dañinas son las que, a la luz del engaño, tienden al maltrato de la pareja, abusando de su condición de dependencia o necesidad. Estos casos suelen acompañarse de un trato despectivo hacia el engañado, llegándose incluso a la violencia física o material para terminar de imponer la falsía. Suele ser que la persona engañada tenga un severo problema de autoestima o secuelas de traumas infantiles por lo cual termina sometiéndose con temor.
Algunas sugerencias
- No idealice el amor
- No idealice a su pareja
- Tampoco se idealice a usted mismo
- La fidelidad fluye y se fortalece en un mundo de tentaciones
- Nada es para siempre
- Construya su relación en el día a día
- Toda buena relación parte de una buena elección. A veces, incluye un corte oportuno si se percata de que se equivocó.
- Conozca bien a su pareja, sepa cuándo necesita cercanía, del tipo que ésta sea
- Si le es infiel una vez, puede volver a serlo
- Si le es infiel dos veces, probablemente va a volver a serlo
- Si le ocurre con mucha frecuencia que su pareja le es infiel, pregúntese si no la está eligiendo por eso o en qué contribuye usted para que esto ocurra.
- La infidelidad expresa con frecuencia algún vacío en la relación de pareja
- Pero, otras veces es incomprensible porque la relación anda muy bien y nadie quiere romperla; suele ser, entonces, que existen conflictos inconscientes que se expresan de esta manera.
- Puede que el infiel tenga en realidad una incapacidad para el compromiso.
- Siempre piense en lo que es digno de usted. Sólo es usted quien debe determinarlo.
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