Era un
adolescente cuando le escuché decir a mi abuela: "El hombre propone y la mujer dispone; el hombre hasta a su madre
le va a proponer...". Sólo los
años y la vida, me permitieron comprender el alcance de sus palabras.
Pero, ¡qué
tolerantes suenan las palabras de mi abuela! Si nos damos cuenta, acepta el hecho como algo
natural. Parece plantearnos que, aunque
este deseo existe, lo que hay que hacer en estas circunstancias es no acceder a
la demanda, sin dejar de comprenderla. La tarea consiste en ayudar al niño/a a
declinar su deseo por su madre, padre o hermano en favor de algún sustituto
"aceptable" para "cuando
sea grande".
Mi abuela
no sabía absolutamente nada de psicoanálisis pero tenía una clara noción de lo
que es el incesto y de la fuerza pulsional que puede llevar hacia el
acercamiento sexual entre los hijos y sus padres o entre hermanos. El deseo
incestuoso es universal, todo niño lleva su sello y éste lo acompaña a lo largo
de su vida, aunque muchas veces este deseo se inhibe, sin saberlo.
Los
problemas surgen obviamente cuando la intensidad del deseo es muy fuerte y el
ambiente no es muy favorable para la renuncia. Si los padres sobreexcitan al hijo(a) con caricias inadecuadas o lo/a reprimen excesivamente
con amenazas terribles, tendremos la garantía de que después a estos hijos les
será muy difícil desprenderse de esos padres, tener una vida sexual plena. Muchas de estas personas repetirán hasta el
hartazgo la situación infantil: conocer a alguien, fascinarse, excitarse,
reprimir y romper o quedarse fijados al conflicto, castigados o maltratados por
la pareja.
Los padres
que comprenden bien el momento por el que están pasando sus hijos, acogen su
sexualidad, les conversan de ello y, más que nada a partir de su actitud, les
demuestran que sentir estos deseos es lo más natural del mundo, pero que
tendrán que elegir en el futuro un sustituto, alguien con quien sí puedan
llevar a cabo la realización de su deseo.
Los padres
que no pueden actuar así probablemente tuvieron dificultades cuando niños. Puede ocurrir, también, que estén tan
excitados como sus hijos y les sea difícil tanto reconocerlo como renunciar a
ello. Entonces, optan espantados por reprimirse y reprimir al niño(a) sin
mayores explicaciones, generándoles culpa.
Incluso, pueden llegar a prohibir los acercamientos naturales y
afectuosos entre los hijos/as y sus padres/madres.
Una cosa
interesante, relativamente frecuente, es la observación de padres superando con
sus hijos lo que a ellos les fue difícil cuando niños. Una señora que concurre a psicoterapia, no
deja aún de sorprenderse, "¡Qué increíble!", me dice, al comprender
cosas de sí misma a partir de conversar sobre sus hijas. De llegar a la consulta con una actitud
celosa y represiva ante las relaciones afectuosas naturales entre sus hijas y
su progenitor, ha pasado a favorecer el acercamiento de sus hijas con el padre,
quien tuvo una formación diferente a la de ella, más saludable, por lo que
chocaban con frecuencia respecto a la formación de sus niñas. Por otra parte, a partir de ello, empieza a
tener una vida sexual más plena con su marido, con orgasmos que nunca había
podido tener, cada vez más puede “sentirse mujer”, integrando sus propios
aspectos infantiles, que se expresan ahora en diversas formas de "explorar
sensaciones".
El desastre
se arma cuando el incesto se consuma, cuando lo que debiera quedar en
"deseo frustrado" pasa a ser actuado. Los límites que los padres o
personas del entorno debieran mantener con comprensión son arrasados por su
propia falta de límites. Esto tiene consecuencias severas para los hijos en dos
niveles: o se anula la posibilidad del deseo futuro o se recorren las vías de
la promiscuidad. Queda, también, afectado el psiquismo y una agresión muy
fuerte puede poblar el campo de las relaciones sexuales. En otros casos, puede
llegarse incluso a la locura, cuando la violencia ha acompañado el incesto.
En suma, el
incesto sí es malo, pero el deseo incestuoso no lo es. Del deseo incestuoso se parte
para desplazar nuestra mirada sobre otro (que no sea el padre o la madre o el
hermano) que pueda tener -o no- los atributos de éstos, atributos entre los
cuales debe resaltar la posibilidad del respeto por los sentimientos y deseos
del otro, aunque en ellos no estemos siempre incluidos. Siendo así, por
ejemplo, los celos no serán tan intensos ni habrá mayores dificultades para
renunciar a las tentaciones que naturalmente irán surgiendo a lo largo de la
vida.
Sugerencias:
· El deseo incestuoso se
convierte en un problema sólo en la medida en que no sabemos manejarlo. No debemos espantarnos frente a un sueño o
fantasía incestuosa, nuestra o de nuestros hijos, siempre y cuando se quede en fantasía.
· Llevar a la práctica, consumar el incesto, es algo negativo. Quiebra la posibilidad del simbolismo y perturba
el desarrollo psíquico en general.
· La única respuesta válida
ante la emergencia de la sexualidad de nuestros hijos, es la comprensión. Esto
no significa carta libre para cualquier actuación sexual de los niños. Se trata
de ayudarlos a encontrar sus límites y cultivar su capacidad de postergación.
· Cualquier castigo excesivo o culpabilización
frente a los deseos sexuales naturales en los niños, dificultará el desarrollo
de su sexualidad en su futura relación de pareja.
· Nunca se debe tener la intención
de herir o avergonzar al niño. Siempre
hay que estar ahí para guiarlo, explicarle y orientarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario