Un día,
conversando con amigos, a Roberto se le ocurrió la idea de un negocio que podía
ser verdaderamente revolucionario y rentable. Como tenía mucho talento para
organizar y echar a andar proyectos, no tardó en remangarse la camisa y hacer
los trazos del trayecto más apropiado para concretar la idea.
Como quiera que
requería de profesionales de áreas de servicios, buscó entre gente conocida a
personas calificadas con las que pronto se contactó y el proyecto fue tomando
forma.
Se reunió varias veces con sus nuevos socios de aventura sin escatimar
el aporte de su sapiencia organizacional, transmitiendo entusiasmo y total
entrega para armar el tejido esencial de la empresa.
No era etapa de
ganar dinero, era etapa de crear empresa, generar el equipo de trabajo y lograr
un ensamble humano que pudiera manejar un mismo lenguaje; en este caso, estar a
la altura de una entrega sin concesiones a favor de una instancia mayor, la
empresa.
Grande fue su
sorpresa cuando, al proponer que la tarea fuera sin remuneración por unos pocos
meses, uno de los socios planteó el reclamo de una compensación económica,
argumentando sus razones con una lógica comercial impecable. Roberto aceptó en
primera instancia, no tanto porque estuviera de acuerdo sino porque no le era
fácil explicar el punto de partida de su propuesta: el pedido de un sacrificio
inicial, similar al que él había estado aportando todo ese tiempo a favor de
lograr un despegue con menor recarga, sostenido por los talentos de cada quien. La perspectiva era que a corto plazo iban a obtenerse ingresos que
compensarían largamente el esfuerzo. Roberto mostró en ese momento una
dificultad: la de poner límites y sostener el sentido de la propuesta.
Felizmente, otro
de los socios, de manera serena y muy didáctica, expuso con claridad la
situación, permitiendo restituir el espíritu grupal que corría el riesgo de
perderse ante la emergencia de intereses personales fuera de tempo. Fue
posible, entonces, hacer una lectura emocional adecuada de la propuesta de
integración de nuestro buen Roberto.
El grupo ganó con
esta experiencia y logró empezar a resolver este problema de integración emergente
apoyándose en el aporte oportuno del resto del equipo. Al final, la empresa logró
salir a la luz y ya empieza a levantar vuelo. El piloto y la tripulación se han
ubicado en el despegue.
Una salida
totalmente negativa hubiera sido descalificar al miembro discordante y generar
un precoz cisma, con riesgo para la consolidación de la empresa.
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