La gente se despide de muchas maneras, usa frases o acciones que traducen sus formas de sentir ese particular momento, tan cotidiano y tan trascendente a la vez, como es el separarse...
Así, una frase, un abrazo, una invitación, un obsequio, son detalles que nos permiten sintetizar las expresiones de cariño, aprecio o admiración que nos mueve quien se va o a quien dejamos.
La manera de despedirse tiene que ver con una serie de variables que involucran tanto la naturaleza de la relación como la individualidad de los participantes. La intención de estas líneas es pensar en la importancia de saber despedirse, teniendo especial cuidado con las circunstancias.
Tengamos presente que, en las despedidas, dos son los protagonistas: el que se va y el que se queda; el visitado y el visitante; son dos que se dejan de ver por un rato más o menos largo.
Es allí donde la forma de despedirse hace lugar muy significativamente a una posibilidad de extensión de lo vivido a través del recuerdo grato. También están, por supuesto, las despedidas motivadas por el desencuentro o el enfado.
Una de las despedidas en las que hay que tener especial cuidado es la de nuestros niños. Ellos son aún muy sensibles a la manera en que procedemos. Nunca hay que engañarlos. Al despedirnos -con paciencia y cariño- expliquémosles lo que vamos a hacer o cuánto nos vamos a demorar. Se trata de tener en cuenta si están en condiciones de tolerar nuestra separación y si es que encuentran una opción sostenedora a nuestra ausencia. Para ellos, es aún poco diferenciable la ecuación "separación = pérdida" y para separarnos deben contar con la entera confianza de que volveremos. Es allí donde la despedida hace confiable nuestra palabra.
Tengo recuerdos de muchas despedidas, pero en especial quiero mencionar dos que me mueven una emoción muy grata. Una, ya lejana, es la de una señora muy linda, Doña Isabel Byron, administradora de la Casa del Estudiante Americano en Santiago de Chile. Cuatro jóvenes estudiantes de medicina peruanos nos habíamos alojado allí por tres semanas y “tocábamos a retirada”. Ella nos había acogido con un cariño especial, pero nos colmó su despedida; la última noche, en la cabecera de nuestra cama había un pequeño regalito, “un recuerdo de Chile”, junto con un clavel. No la volví a ver, pero durante años nos carteamos con ese sentimiento especial que se tienen los amigos de toda la vida.
La otra despedida es la que cotidianamente me regala o, mejor diría, nos regalamos con mi hijo Gonzalo y es lo que motivó el título del artículo. Tiene especial significación para mí porque durante una buena etapa de nuestra vidas existió una cierta distancia entre ambos, la que, felizmente, encontró una crisis propicia para resolverse. Desde entonces, bastante muchachito él, se despedía con un “que te vaya bien” cariñoso, sincero, una suerte de bendición de despedida. Lo aprendí y ahora lo compartimos. ¡Qué importante acompañarse de una bendición en la despedida!
No soy de preocuparme demasiado de lo que les pueda pasar a mis hijos cuando nos despedimos, pero sí me pareció valioso integrar ese “que te vaya bien”, esa bendición de despedida que, dicha “a la de a verdad”, nos garantiza que el otro no resienta la despedida, que es posible hacerlo sin dudar del cariño del otro.
"¡Cuídate!"
Otras personas prefieren el “¡cuídate!", al momento de despedirse, un punto un poco más cercano a la idea de peligro. Aún más allá están las clásicas recomendaciones específicas frente a todos los males, que nos pueden pasar, que se expresan en la despedida “cuidado con esto o cuidado con aquello”, cercanas al sentimiento agorero de los males que nos van a acompañar en el camino, una especie de “maldición”, por la ambivalencia que nos originan las despedidas que no quisiéramos que se den. Esa especie de “¿ya ves lo que te puede pasar por irte sin mí?”, que, en el fondo, expresa nada más que nuestra propia desprotección y molestia por la separación.
“Que te vaya bien, que te pise el tren...”
Despedirse moviliza sentimientos encontrados. Es un corte no siempre grato, con efluvios de agresión al que abandona, no siempre conscientes. De allí nacen frases populares como aquella del enunciado. Por cierto, es posible entenderlo como que se está expresando lo temido, como una negación a manera de juego o una forma de alejar mágicamente lo temido al ser expresada la fantasía.
El que no puede despedirse
Para algunas personas es terriblemente difícil despedirse. Se quedan pegadas, hacen lo imposible por prolongar el encuentro o la conversación, la que se va haciendo irrelevante o incómoda. Repiten preguntas o recomendaciones ya expresadas. El disfrute del encuentro, si existe, pasa a un segundo plano. Lo importante es negar el tener que irse, evitar la separación. Pueden llegar a “no darse cuenta” que el interlocutor se ha quedado dormido y seguir hablando. Son personas que básicamente están tratando de llenar un vacío que se reinstala en el momento mismo de la despedida. Suele ocurrir que en sus vidas no hubo una relación básica satisfactoria, por lo cual no pueden despegarse, despedirse. Por lo que casi siempre hay que “despedirlos”.
“El que mucho se despide es porque no se quiere ir”
Al revés de la situación anterior, hay personas a las que les cuesta quedarse, disfrutar del encuentro, prolongar la relación. Entonces, al poco de haber llegado o haber estado juntos, empiezan a despedirse, pero no se van. El encuentro sigue siendo agradable y no existe un apremio real, pero reiteran la despedida, hasta el momento en que miran el reloj y “se dan cuenta” que se ha pasado el tiempo. Resulta difícil para ellos reconocer que existe el deseo de estar allí, quedarse y disfrutar de la compañía. Generalmente son personas con dificultad para dejar de lado “los deberes”, que se han olvidado de jugar, de la importancia del encuentro distendido y espontáneo. Suelen apelar a que el amigo les reitere la invitación a quedarse un rato más. No arriesgan el deseo, si es que son conscientes de que lo tienen. Por supuesto que se pierden más de una ocasión amical si es que la otra persona se toma en serio su despedida.
Variables más o menos, en estas personas hubo problemas infantiles al momento de la separación o del encuentro, por lo que tienen temores que van desde la sanción por disfrutar, por faltar a los deberes, hasta fantasías de pérdida y confusiones que se movilizan al momento de la despedida.
Despedida “a la francesa”
Son personas huidizas que tan pronto han entrado en relación, ya están despidiéndose. De manera diferente a las anteriores, pero por similares motivos, la relación les origina tanto temor como la despedida, por lo que se apresuran a concretarla. Necesitan tener un control permanente de distancia con el otro. Al momento de despedirse, suelen recurrir a la retirada “a la francesa”, es decir, escabullirse sin decir nada. No dan opción a que los “retengan”, como en el que caso de los que mucho se despiden.
Otros, conscientes de que las despedidas los “remueven”, se excusan de hacerlo, lo explican. Es decir, evaden, también, pero no tanto. Una amiga solía decir: “No quiero que nadie me lleve al aeropuerto… No tolero las despedidas…”
Sugerencias:
- Nunca te olvides de que las despedidas son indispensables para el mantenimiento del buen recuerdo.
- Toda despedida es como un duelo, algo doloroso necesita revertirse.
- Recuerda que con cada forma de despedirte estás dando un mensaje a un otro: le deseas un bien ... un castigo ... o sales corriendo para evitar el contacto...
- Una forma saludable de cerrar una experiencia dolorosa es encontrar maneras de despedirte de los recuerdos asociados a ella.
- Así como la forma de saludar facilita o inhibe el encuentro con un otro, la forma en que nos despedimos sostiene o hiere la relación con otros.
- Para quien encuentre dificultad en aceptarlo: despedirse es cerrar un encuentro, pero es dejar la puerta abierta al grato reencuentro.
- Despedirse reafirma la autenticidad de un encuentro.
- En un niño, la experiencia de “malas despedidas” puede marcarlo de por vida.
- La forma en que nos despedimos habla de nuestras calidades personales. Depedirse puede ser la expresión creativa de “un toque personal”.
- Piensa siempre en esta despedida como “la última”. Date en ella “con todo”.
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