Es una vieja sentencia, que para variar escuchaba de mi abuelita. Hoy, desde mi lugar como psiquiatra o psicoanalista lo llamamos procastinación, un síntoma que perturba los quehaceres y las relaciones y que, si es muy repetitivo puede traer serias consecuencias en la vida de las personas, en particular en su desempeño laboral.
Se podría decir que tenemos una cultura de la procastinación. Basta observar cómo se comporta la gente a la hora de pagar cuentas, impuestos, arbitrios, a la hora de cumplir con sus compromisos, en general. Podríamos incluir en ello nuestra proverbial (vergonzosa) fama de impuntuales. En este caso, la procastinación es favorecida por un sistema social inconsistente con sus pautas, de manera que, a la larga, hasta es posible que el que posterga o no cumple se vea premiado antes que sancionado.
Recuerdo el caso de un empresario, muy inteligente, que había heredado una pequeña empresa, que le daba para vivir cómodamente. No dejaba, sin embargo, de sentir que su inteligencia daba para más. Empezó a examinar posibles negocios, que lo llenaban de entusiasmo, en los que, a la larga, se obsesionaba buscando la seguridad de que no iba a fallar. Al final, terminaba abrumado por la propia expectativa, encontrando todo tipo de justificaciones a su falta de culminación. Empezó a descuidar su pequeña empresa y no tardó en recibir noticias de que “la clientela había bajado…” (alguien le empezó a robar). La familia, preocupada, lo animó a pedir consulta, encontrándosele un problema depresivo (no había resuelto el duelo relacionado con la herencia) y rasgos obsesivos de fondo, los que felizmente pudo regularse mediante el uso de fármacos y psicoterapia.
Varios otros casos he podido observar en los que, por inseguridad, uso excesivo de mecanismos de evasión, temor al fracaso, a la crítica, etc., la persona se sobre exige en la presentación del trabajo o proyecto, al punto que llega a perder la oportunidad de presentarlo a tiempo. Se presionan de tal manera que llegan a paralizarse o literalmente ahogarse en un vaso de agua, dispersándose en detalles secundarios que dificultan la culminación.
Respecto a esto último, es pertinente comentar que muchos de estos problemas de procastinación acompañan a los síndromes de déficit de atención, lo cual no necesariamente está en relación con un conflicto de fondo sino que corresponde a una disfunción neurológica.
En cualquiera de los casos, la persona puede llegar a invertir esfuerzos en adaptarse a la dificultad, arrastrándola en el tiempo, con gran consumo de energía y no infrecuentes auto reproches. La sugerencia es que, si algo así ocurre, es posible pretender una mejoría si se trabaja sobre las causas que lo provocan.
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