Las
características de la relación que establece la madre con su bebé desarrollan
ya desde el momento de la concepción. Si ella misma tiene sentimientos de
rechazo a su embarazo, si lo desea abortar y, más aún si lo ha intentado y no
lo ha conseguido, tendremos como consecuencia un incremento del estrés
relacional que va marcando una característica de esa interacción entre la mamá
y su bebé.
Este factor
de rechazo al embarazo puede no provenir de la madre, pero sí de su pareja o del
entorno familiar o social, generándose igualmente intensidades de estrés que,
de alguna manera, alteran tanto el desarrollo del bebé como la naturaleza
futura del apego con su madre.
El bebé
puede nacer más sensible a los estímulos, más asustadizo, más irritable y, por
tanto, requerir una mayor contención por parte de la madre, que, si no está
suficientemente calmada, es más, si reacciona con poca tolerancia o
irritabilidad, derivarán en el desarrollo de lo que se llama un apego inseguro.
Es
indispensable que el período de embarazo, cuente, por parte de la embarazada,
con mucha contención. La violencia va a
generarle estrés y esto la predispone a una relación alterada con el bebe. El
esposo, la familia y la sociedad tienen que prodigar el clima indispensable
para que pueda darse un desarrollo armónico -físico y emocional- tanto en la madre como en el bebé.
Es
frecuente que en madres adolescentes, en hogares disfuncionales o en parejas
con poco control de impulsos, como en el caso de consumidores de drogas, se
produzcan expresiones de violencia física y mental respecto a la embarazada. Esto
constituye un factor de alto riesgo para el futuro desarrollo de un apego
seguro entre la madre y el infante y, en consecuencia, un pronóstico gris para
el desarrollo de las capacidades mentales del bebé.
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