Hace un tiempo recibí la visita de un alto ejecutivo que se
quejaba de problemas de concentración. Alguien le había hablado del déficit
atencional como un trastorno específico de origen neurológico. La queja
predominante era lo difícil que le resultaba concentrarse en leer los proyectos
que tenía que revisar a diario en la oficina.
Un detalle llamó pronto mi atención: comentó que acababa de
leer una novela muy en boga que estaba leyendo su mujer en la playa… Entonces, el “déficit” resultaba bastante selectivo; ¡no se presentaba cuando se trataba
de novelas o de leer el diario!
Indagando más sobre su vida, resulta que
fumaba dos paquetes de cigarrillos al día, sentía una necesidad tremenda de tener el control
de todo, siempre con la sensación de que las cosas no iban a salirle bien. Era poco tolerante a la crítica y cada vez
que alguien mencionaba un detalle por corregir, nuestro personaje lo sentía
como un cuestionamiento personal, lo que lo enojaba o lo hacía sentir que había
fallado.
Incluso, en cada logro de su carrera, frente a sus jefes sentía que algo malo surgiría inmediatamente de todo ello. Consideraba que ahora tendría que esforzarse en mantener un nuevo nivel de exigencias y lo torturaba la idea de no poder hacerlo.
Le costaba disfrutar de la vida y relajarse, cosa que en
realidad le ocurría desde que tuvo uso de razón: siempre se esmeró en portarse
bien, más que nada tratando de no importunar a los demás, siempre dudando si lo
que hacía estaba bien.
Una larga historia de pesadillas y denodados esfuerzos lo
convirtieron, primero, en un exitoso alumno en la universidad y, posteriormente, en un ponderado y eficiente trabajador. Pero nada calmó jamás ese sentimiento
de riesgo de perderlo todo o de que nada fuera suficiente.
En fin, concluimos que su problema tenía más que ver con un
trastorno de ansiedad que con un solo síntoma de éste (el problema de atención). Necesitaba “enfriar un poco los cables”, orientando su necesidad de
atención hacia sí mismo y los riesgos de seguir en ese ritmo en el que estaba,
debido a la ansiedad. Fue necesario prescribir medicamentos y acompañarlo un
trecho con una psicoterapia.
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