A lo largo de mi ejercicio en la tarea de ayudar a la gente a encontrarse a sí misma, mediante la psicoterapia, he escuchado muchas veces decir a distintas personas: “Quiero ser famoso…” o “Cuando yo sea famoso…”, poniendo en ello la meta de su logro personal. Se me ocurre que son propicias algunas reflexiones sobre esta suerte de ideal que, en primera instancia, pareciera ser un estímulo positivo para esforzarse en conseguir una realización en la vida.
La verdad es que se me vino el tema a la mente luego de leer un artículo periodístico en que se resalta la obra de Gastón Acurio, persona a quien admiro. Me preguntaba si él alguna vez se planteó ese objetivo en la vida: “ser famoso”. Estoy casi seguro que no… Es más, muchas veces me ha dado la impresión de que pareciera serle totalmente ajena esta aspiración. Luce más bien muy seguro desde la modestia de quien sabe lo que sabe y lo que quiere para sí y para los demás. No luce con la intención espuria de un buscador de admiradores fascinados. Es un hombre que se ha hecho famoso desde la expresión realizadora de sus talentos. Se trata de un líder natural, que suscita profundas identificaciones, y al que la gente sigue con admiración. Creo que se ha convertido en paradigmático más bien a partir de ser alguien confiable, alguien con quien se puede contar, alguien a quien pareciera que, más que sostenerse en la fama, le importa sostener valores que no estén basados en la discriminación y sí en la valía y autenticidad de las aspiraciones y talentos de quienes se acercan a él. De alguna manera, contribuye a que la gente se ubique en la vida, como me esfuerzo en hacerlo yo desde mi ejercicio de psicoterapeuta. Cada quien con lo suyo, nada sostenido desde el engaño, menos aún desde el autoengaño pretencioso o insustancial.
Quizás la historia de alguien que, como él, ha logrado la fama, requiera no perder de vista que detrás de sus logros hay un gran esfuerzo. Para empezar, la renuncia a la aspiración designada por su familia, seguramente en la línea de un desarrollo profesional basado en los ideales exaltados desde los logros de sus ancestros. Su primer trazado es, entonces, el de autenticidad: buscar ser aquello que realmente quería ser, más allá de la garantía de la fama ligada al cumplimiento del designio familiar.
Hay diferentes formas de convertirse en famoso; pero, el caso de Gastón, como el de algunos otros famosos que he conocido en la vida, se desarrolla de una forma natural, es el producto de su trayectoria. Eso les da solidez y garantiza su equilibrio. Más bien, los que acortan el camino, incluso teniendo talentos en que apoyarse, suelen entrar en vorágines que se los tragan, haciéndoseles indispensable la sensualidad de la fama, la adoración de los demás… Lo que la gente no suele ver en ellos es el vacío que tratan de tapar, el hecho de que, en el fondo, no se sienten realmente queridos.
Es frecuente, también, que el que sobre-idealiza sus metas termina abrumado por lo inalcanzable de su objetivo, frustrándose más bien pronto. Esto muchas veces deriva en un sentimiento muy pobre o frustrado de sí mismo… Surgen, entonces, justificaciones que se amparan en alguna adversidad o “falta de apoyo”.
Amigos, como dijo el poeta (Antonio Machado), “se hace camino al andar”. Importa más el camino… y el sentido de aquello que nos empuja a caminar, aquello que nos guía en la vida; y, más vale que sean valores humanos los que nos incentiven; que pese más el sentido de disfrutar el hecho de ir creando y creciendo con el entorno; que no caigamos en las trampas del sistema en el que estamos viviendo, en donde, erróneamente, se emparenta el éxito con la realización. La fama sólo vale si es trascendente; y, es trascendente en tanto implica que con la realización personal va también el crecimiento colectivo.
Aquella persona famosa a quien no le importa la fama suele tener paz interior y una sabiduría garantizada.
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