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2014 10 28 Miedo a volar

Un estudio del caso de los usuarios de servicios de aviación registra que uno de cada tres pasajeros tiene miedo a volar[1].

Esta movilización emocional es, en principio, explicable, ya que embarcarse en un avión generalmente no forma parte de nuestros hábitos corrientes, no suele ser una situación a la que estamos acostumbrados y pone a prueba en un grado relativamente mayor nuestra capacidad adaptativa. Generalmente, es un movilizador natural de estrés, pese a que es muchísimo más probable tener un accidente a la hora de embarcarnos en un auto.  Así lo podemos comprobar, no solo en las estadísticas sino, también, en la observación cotidiana.  Múltiples estudios muestran que hay 100 veces más muertes por accidentes de tránsito que por caídas de avión.

Otra estadística muestra que viajar en avión es el segundo medio más seguro de transporte… ¡El que ocupa el primer lugar es el ascensor!

Un detalle curioso, que podemos observar, es el de las personas, que aún teniendo una rutina frecuente de viajes en avión, siguen padeciendo del miedo a volar y tienen que apelar a recursos varios para poder embarcarse y calmarse.

Ahora bien, hay una gradiente variable de miedo.  Hay quienes tienen el miedo, digamos natural, que se disipa a medida que el vuelo se instala.  Temen, por ejemplo, el despegue, lo cual es normal.

Desde la realidad de las observaciones, se ha desarrollado una regla de alerta “normal” que es el +3 -8 que son los tiempos en que se dan las mayores probabilidades de accidente. Los 3 primeros minutos, los del despegue, y los 8 últimos, los del aterrizaje. Son estos momentos en donde es natural que aparezca y se exprese el temor.

Un estudio en los EEUU muestra que las probabilidades de un accidente aéreo son de una entre sesenta millones[2]. En ese mismo estudio, muestran que las probabilidades de accidentes mortales en auto en los EEUU son una entre 9 millones.

La gradiente de perturbación emocional muestra que algunas personas hacen crisis de ansiedad mayor, que pueden llegar al desencadenamiento de pánico. Por tal motivo, dichos pasajeros pueden haber estado haciendo uso de artilugios para manejar la situación: muchos se toman sus traguitos, algunos varios traguitos. Otros toman ansiolíticos y hay quienes recurren a dormir tomando hipnóticos…. Los más osados (o desesperados) combinan algunas de estas variables

Por este motivo, es necesario apuntalar el grado de conciencia de lo que dispara el sentimiento irracional.  Nos hemos referido a las estadísticas; éstas nos muestran que uno de los medios de transporte más seguros es el avión.

Ahora, toca referirnos a la persona que tiene el problema. El avión, como cualquier otra situación, como subir a un ascensor, moviliza temores que son propios de la susceptibilidad de cada quien.

Entonces, es importante dar referencia de las maneras en que se expresan la ansiedad y los miedos. En principio, cuando ocurre una crisis de ansiedad o pánico, lo usual es que ésta desaparezca en un promedio de 10 minutos.

Sin embargo, la persona que lo desconoce (y, aún sabiéndolo) siente que va a seguir así, sin poder salir de ello. Es frecuente que alguien que ha tenido una crisis de pánico, luego desarrolle un temor a que reaparezca el pánico.  Esto lleva a la necesidad de que el primer paso a lograr en la superación de estos estados sea el de perderle el miedo al pánico. En esto ayuda mucho el que la persona tenga conciencia del manejo de la situación.  Por ejemplo, si está acompañado, hablar de lo que está sintiendo con su acompañante, ir relatando sus sensaciones y permitirse ser apoyado. De alguna manera, este trámite da lugar a que el tiempo permita la resolución natural del cuadro. Si el acompañante es alguien calmado, contribuirá a transmitir el sostén necesario para tranquilizar al angustiado.

Viajar en avión puede poner a prueba a personas que tienen tendencia “nerviosa”, es decir, que tienen susceptibilidad a desencadenar estos cuadros.

El primer punto de enfrentamiento al problema es ubicarse en el  punto de un reto a resolver. Entonces, la información, el sentimiento de control desde lo racional pueden ayudar; pero, si persisten las manifestaciones y, más aún, si éstas llegan a  inhibir al afectado de manera que se le hace imposible volar o solo puede hacerlo con un extremo sufrimiento, entonces, es hora de recurrir a un terapeuta. En ese terreno, son de lo más efectivos los abordajes cognitivo conductuales, el uso de técnicas de desensibilización.

Un tema interesantísimo (especialmente para los psicoanalistas como yo) se puede encontrar en “la trastienda”, en el inconsciente de los afectados o predispuestos a desarrollar estos problemas. Es cuando el avión o las circunstancias de volar tienen un valor simbólico para la persona.

Recuerdo el sueño de una paciente.  En éste, un avión intentaba aterrizar y llegaba con las justas a lograrlo pero chocando con la puerta de una pequeña casita. Pudimos reconstruir, a partir de ello, el escenario de un abuso sexual sufrido cuando pequeña. En este caso podemos ver la simbolización del pene puesto en el avión y la vagina como la puerta de la casita pequeña que, a su vez, suponía a una persona pequeña (niña).

Otro caso mostraba un valor simbólico diferente. La persona estaba en un avión que se estrellaba en el mar y ella lograba salir, llegaba a la playa y encontraba a una señora que no la trataba amablemente. Podríamos pensar que se reproduce, así, una experiencia de nacimiento traumático, donde justamente lo que no encuentra después es una madre sostenedora. El sueño plantea la naturaleza de una repetición y una búsqueda frustrada de contención. El avión, entonces, simboliza el vientre materno  y el accidente una vivencia traumática de nacimiento.

En realidad, a la hora de emprender el tratamiento de un problema de fobia a volar, tendremos que evaluar la aplicación del recurso más adecuado. El uso de psicofármacos se convierte en común denominador que potencia y se potencia con el complemento psicoterapéutico. El abordaje cognitivo conductual se dirige a un mejor manejo del síntoma, mientras que la mirada al inconsciente, desde la psicoterapia psicoanalítica, busca remontarse a los orígenes de la situación traumática que subyace al síntoma.

Sugerencias

  • Es importante informarse de cómo funcionan los aviones.  Desconocer los principios de la aviación puede exacerbar el miedo a volar. Por ejemplo, mucha gente cree erróneamente que una turbulencia puede ocasionar un fallo mecánico.  Otros piensan que un fallo mecánico causaría que el avión caiga en picada hacia la tierra. De hecho, todo avión puede planear sin motores. Los motores sólo sirven para trasladar al avión más rápidamente y mantener su altitud durante viajes largos[1].
  • Este tipo de conocimientos puede calmar a algunas personas pero hay otras que requieren asistir a un especialista para recibir terapia y aprender a controlar la angustia.
  • Otras personas requerirán tanto la terapia como la ayuda farmacológica.



[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Aerofobia
[2] http://www.xatakaciencia.com/matematicas/es-mas-probable-ser-presidente-que-morir-en-un-avion

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