Hace poco tuve un pequeño accidente automovilístico en el que me hice cargo de los daños propios y ajenos. Por suerte, fue bastante leve, pero después de haber cumplido “como un caballero” reparé en que en realidad ambos habíamos tenido responsabilidad en el accidente.
Sólo después de una larga reflexión me pude dar cuenta que me había sentido culpable porque estaba de mal humor y de alguna manera esto implicaba una descarga agresiva. El asunto es que la cargaba excesivamente sobre mí mismo. Estaba, además, presente una suerte de castigo por haber atentado contra un baluarte de mi ego: me ufano de manejar bien y de no tener accidentes.
Por otro lado, la sorpresa del choque me obnubiló y, por un momento, no pensé demasiado en la situación real. Prevaleció mi sentimiento de culpa.
Pese a que fue algo leve, luego del accidente me he sentido inseguro al manejar. Eso me ha expuesto a errores que felizmente he ido controlando.
Este sobresalto que queda luego de una situación traumática me recuerda un caso al revés. Una señora fue asaltada y se quedó muy nerviosa, con sentimientos de persecución. Cada sombra a su costado era un nuevo ladrón que la iba a atacar. En una de esas, hace una maniobra de fuga y termina chocando contra el auto de otra persona. Recién entonces consideró la posibilidad de usar taxis mientras se recobraba de su perturbador estado.
Múltiples ejemplos se pueden citar, pero tal vez tenga lugar especial el de una señora que, para evitar tomar contacto con su dolor, recurría al uso de alcohol y drogas. En algún momento “no sabe cómo” cruzó una avenida principal siendo embestida violentamente por otro auto. Se salvó de milagro. El auto destrozado no pudo ser reparado.
Las noticias de las crónicas policiales nos informan todos los días sobre accidentes, muchos de ellos producto del alcohol o las drogas. Es posible que nos demos por satisfechos con este registro de causalidad pero, si nos detenemos un poco a examinar más allá las circunstancias, podremos encontrar “otros motivos”, como conflictos emocionales, exceso de trabajo, estrés de diferente origen, así como una autoafirmación agresiva sobre los demás, agresión social retenida, frustraciones, envidia, fantasías suicidas, homicidas, etc.
En varios países del mundo existen grupos que se dedican a investigar sobre “las otras causas” de los accidentes. Se ha encontrado cosas increíbles, como que, incluso en los momentos precisos de éxito, la persona está expuesta a un accidente como producto de su exaltación. Hay, también, muchas otras causas inconscientes.
Es gracioso, pero mientras conversaba con una amiga sobre este tema ella me dice, incrédula:
- “…pero mi hermano ha tenido dos accidentes ayer y él no tiene culpa de nada…”
- Le contesto: “…seguro es de los que dicen ‘ese imbécil se me cruzó’ .
- Ella me responde que sí, que la verdad es que su hermano llevaba prácticamente 4 días sin dormir y… ¡claro pues!... “Pero no se le puede decir nada…”
Quedó en evidencia que una persona que está cuatro días sin dormir no puede contar con los reflejos suficientes para no chocar con “el idiota que se le cruzó”. Lo grave del asunto es que existen personas que tienen reiterados accidentes y siguen circulando. Muchas veces han ocasionado muertes y siguen al timón como que no tomaran conciencia ellos ni las autoridades de que están dando un arma a un asesino en potencia. Lo peor es que se trata de asesinos inconscientes de su motivación y casi siempre dispuestos a negar sus problemas de fondo.
En mi caso personal, mi análisis me lleva a percatarme que estaba viviendo una “herida narcisista” ya que siempre me había considerado un excelente piloto. A esto se agregaba el tener que reconocer que buena parte del accidente se debía a un estado perturbado mío: estaba con cólera. En otras circunstancias hubiera estado más atento, como suele ser.
Lo de pagar los daños fue una manera de castigarme y oscuramente castigar a la persona que me había pedido el favor de llevarla a un lugar que no conocía bien, lo que derivaba en que estuviera perdiendo más tiempo del previsto.
El caso de la señora asaltada es desgraciadamente el de muchísimas mujeres en nuestra capital. Dependiendo de quien se trate (a todos se nos mueven ansiedades y temores diferentes) queda luego un residuo traumático que puede originar accidentes por exceso de reacción.
Es obvio que la persona que se alcoholizó y que provocó un choque brutal estaba intentando matarse. El problema es que pareciera que trata de involucrar a otro: "alguien la debe matar" (ese otro puede ser simbólicamente el padre, la madre o alguna figura importante que ella siente que la odia ó a quien ella odia, por lo que debe pagar).
En el caso del hermano de mi amiga, la negación de las limitaciones, de las necesidades de cuidarse y cuidar a los demás puede llevar a que ni lo evidente sea reconocido. Este mismo mecanismo de negación y funcionamiento omnipotente es el que lleva a más de uno a protagonizar un accidente que los devuelva a la realidad.
Sugerencias
Sólo después de una larga reflexión me pude dar cuenta que me había sentido culpable porque estaba de mal humor y de alguna manera esto implicaba una descarga agresiva. El asunto es que la cargaba excesivamente sobre mí mismo. Estaba, además, presente una suerte de castigo por haber atentado contra un baluarte de mi ego: me ufano de manejar bien y de no tener accidentes.
Por otro lado, la sorpresa del choque me obnubiló y, por un momento, no pensé demasiado en la situación real. Prevaleció mi sentimiento de culpa.
Pese a que fue algo leve, luego del accidente me he sentido inseguro al manejar. Eso me ha expuesto a errores que felizmente he ido controlando.
Este sobresalto que queda luego de una situación traumática me recuerda un caso al revés. Una señora fue asaltada y se quedó muy nerviosa, con sentimientos de persecución. Cada sombra a su costado era un nuevo ladrón que la iba a atacar. En una de esas, hace una maniobra de fuga y termina chocando contra el auto de otra persona. Recién entonces consideró la posibilidad de usar taxis mientras se recobraba de su perturbador estado.
Múltiples ejemplos se pueden citar, pero tal vez tenga lugar especial el de una señora que, para evitar tomar contacto con su dolor, recurría al uso de alcohol y drogas. En algún momento “no sabe cómo” cruzó una avenida principal siendo embestida violentamente por otro auto. Se salvó de milagro. El auto destrozado no pudo ser reparado.
Las noticias de las crónicas policiales nos informan todos los días sobre accidentes, muchos de ellos producto del alcohol o las drogas. Es posible que nos demos por satisfechos con este registro de causalidad pero, si nos detenemos un poco a examinar más allá las circunstancias, podremos encontrar “otros motivos”, como conflictos emocionales, exceso de trabajo, estrés de diferente origen, así como una autoafirmación agresiva sobre los demás, agresión social retenida, frustraciones, envidia, fantasías suicidas, homicidas, etc.
En varios países del mundo existen grupos que se dedican a investigar sobre “las otras causas” de los accidentes. Se ha encontrado cosas increíbles, como que, incluso en los momentos precisos de éxito, la persona está expuesta a un accidente como producto de su exaltación. Hay, también, muchas otras causas inconscientes.
Es gracioso, pero mientras conversaba con una amiga sobre este tema ella me dice, incrédula:
- “…pero mi hermano ha tenido dos accidentes ayer y él no tiene culpa de nada…”
- Le contesto: “…seguro es de los que dicen ‘ese imbécil se me cruzó’ .
- Ella me responde que sí, que la verdad es que su hermano llevaba prácticamente 4 días sin dormir y… ¡claro pues!... “Pero no se le puede decir nada…”
Quedó en evidencia que una persona que está cuatro días sin dormir no puede contar con los reflejos suficientes para no chocar con “el idiota que se le cruzó”. Lo grave del asunto es que existen personas que tienen reiterados accidentes y siguen circulando. Muchas veces han ocasionado muertes y siguen al timón como que no tomaran conciencia ellos ni las autoridades de que están dando un arma a un asesino en potencia. Lo peor es que se trata de asesinos inconscientes de su motivación y casi siempre dispuestos a negar sus problemas de fondo.
En mi caso personal, mi análisis me lleva a percatarme que estaba viviendo una “herida narcisista” ya que siempre me había considerado un excelente piloto. A esto se agregaba el tener que reconocer que buena parte del accidente se debía a un estado perturbado mío: estaba con cólera. En otras circunstancias hubiera estado más atento, como suele ser.
Lo de pagar los daños fue una manera de castigarme y oscuramente castigar a la persona que me había pedido el favor de llevarla a un lugar que no conocía bien, lo que derivaba en que estuviera perdiendo más tiempo del previsto.
El caso de la señora asaltada es desgraciadamente el de muchísimas mujeres en nuestra capital. Dependiendo de quien se trate (a todos se nos mueven ansiedades y temores diferentes) queda luego un residuo traumático que puede originar accidentes por exceso de reacción.
Es obvio que la persona que se alcoholizó y que provocó un choque brutal estaba intentando matarse. El problema es que pareciera que trata de involucrar a otro: "alguien la debe matar" (ese otro puede ser simbólicamente el padre, la madre o alguna figura importante que ella siente que la odia ó a quien ella odia, por lo que debe pagar).
En el caso del hermano de mi amiga, la negación de las limitaciones, de las necesidades de cuidarse y cuidar a los demás puede llevar a que ni lo evidente sea reconocido. Este mismo mecanismo de negación y funcionamiento omnipotente es el que lleva a más de uno a protagonizar un accidente que los devuelva a la realidad.
Sugerencias
- La de siempre: si bebes no manejes
- Si te ocurren con frecuencia accidentes examina bien qué se te puede estar escapando a la comprensión y qué estás actuando. Es muy probable que tengas tendencias autodestructivas.
- Siempre que, por cualquier motivo, estés alterado es mejor no manejar o hacerlo consciente de que necesitas toda tu concentración.
- No descargues tu agresión con el auto.
- No dudes en buscar ayuda profesional si no logras superar el trauma de un accidente.
- Siempre que tengas un accidente reflexiona sobre las circunstancias del mismo. Siempre se puede aprender algo sobre uno mismo.
- No se trata de reparar sólo el auto; también la mente queda afectada, también el Ego.
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