lunes

El terrible reto del duelo en la pandemia. 31 Agosto 2020

Algo esencial en la existencia del ser humano es el establecer lazos de afecto, de cariño, de apego, con el que conforman su red de pertenencia e identidad y que son fuente de suministro afectivo, de seguridad, de fortaleza, de reconocimiento, confianza, paz y libertad.

 

Hay quienes, por cierto, son especiales en el desarrollo de estos afectos, la madre, el padre, los abuelos, hermanos, los hijos, la familia en general. A ellos se sumarán, como es de suponer, amigos, profesores, compañeros, con los que tuvimos alguna especial sintonía. O, quizás otros, que capturaron nuestros afectos desde una sentida admiración y aprecio. (El Santo del Oxígeno)

 

Nuestra existencia tiene, sin embargo, el ineludible reto de enfrentarnos con el final, con la muerte, con los momentos de las despedidas, con las pérdidas irreversibles, como la quiebra de una relación significativa.

En algún momento nos tenemos que enfrentar al dolor de la ausencia, a tener que aceptar que nuestro ser querido no estará más con nosotros. Es cuando no tenemos otra opción que adaptarnos a las circunstancias, a partir de lo cual, por un tiempo, y, de manera variable, comienza lo que conocemos como el proceso de duelo.

 

En el duelo se movilizan una serie de sentimientos y mecanismos, diferentes en cada persona y circunstancia. Es un proceso necesario, para reacomodar nuestro equilibrio emocional y la asimilación de la vivencia de pérdida. Es como una herida en vías de cicatrización.

No hacerlo expone a que se constituya en una experiencia traumática habitada por el miedo, lo cual interfiere en el mantenimiento de nuestro equilibrio emocional y en la reconstitución de nuestros lazos de afecto, por ejemplo, cerrarse emocionalmente a nuevas relaciones, por temor a que nos pase lo mismo nuevamente, o, a aferrarse al recuerdo del ser querido –perdido- de una manera penosa, permanente, que, de esta manera, transita ya por la dimensión de lo que llamamos el duelo patológico.

 

Usualmente se mencionan cinco etapas del proceso de duelo, de duración e intensidad variable. Otros hablan de tres o hasta siete.

Tomemos la que nos propone una autora que se dedicó a trabajar en el área de las circunstancias de la muerte: La Dra Elizabeth Kubler Ross, secuencia aplicable tanto al deudo ante la pérdida de su ser querido, como al sujeto ante la noticia de su probable muerte.

        La Negación o desconexión de lo que está ocurriendo

        Protesta y rabia, ira, una suerte de desplazamiento catártico.

        Negociación: busca tener sensación de control, ahora es un         Angelito y está con dios. Nos comunicamos en sueños.

        Depresión: el dolor de lo irreversible se expresa en plenitud. La tristeza, la dificultad para adaptarse a la nueva situación son        asumidos sin resistencia, llorar, retraerse, desanimarse por el futuro. …

Recordad al muerto, con dolor y resignación. Hacer catarsis, expresar libre y hondamente lo que se siente, tiene carácter de liberador y abre lugar a la…

Aceptación. De a pocos se va aceptando reintegrarse a la vida

Sin culpa por sentirse bien o experimentar disfrute. Sin sentir que se le está fallando al muerto, pudiendo pensar, incluso, que es así como él (ella) quisiera que estemos, alegres, felices o contentos.

 

Hay una serie de factores que favorecen el proceso del duelo, como el poder tener una buena despedida de la persona fallecida. Sean por expresiones de ambas partes como de una sola (a veces, previendo su fin nuestro ser querido nos escribe unas palabras, nos deja una carta).

El velatorio, la asistencia espiritual, el acompañamiento social, los ritos y   costumbres culturales, encausan lo que de otra manera está desorganizado o difuso. La presencia de familiares y amigos, las muestras de solidaridad y en particular, la presencia sentida de seres sensibles, que nos transmiten consuelo y paz, son un paliativo en el dolor.

El homenaje, el reconocimiento social configuran un adiós compartido y algún valor de rescate del reconocimiento de su trayectoria en la vida.

Una misa en su nombre en donde el sacerdote lo mencione en la cercanía de dios, son parte importante dentro de las creencias religiosas y espirituales de cada quien.

 

El duelo se complica en lo doloroso en esta pandemia, los cuidados previos al contagio, la incertidumbre y el miedo, que movilizan terror cuando, de pronto, empieza la escalada de la enfermedad que atrapa a nuestro ser querido. A la falta de recursos para tener adecuada asistencia, se suman los problemas espantosos que comienzan a torturar a nuestro ser querido: la falta de respiración y la penosa agonía.

La angustia, rabia e impotencia movilizan sentimientos encontrados de culpa propia y ajena, responsabilidad con rostro de abandono gravoso que profundizan las heridas, cuando, además, no se puede acompañar al difunto por razones sanitarias o no hay espacio para velarlo o acompañarlo en sus momentos finales.

Es frecuente, además, que simultáneamente resulten contagiados otros miembros de la familia y desarrollen también un proceso fatal. La suma de dolor profundiza las consecuencias en el duelo, por lo que, pueden configurar así una situación en la que la persona vea vulnerada su capacidad para reorganizarse emocional y mentalmente, de superar la pérdida, configurándose un cuadro de estrés post traumático en vez de una posibilidad de elaboración del duelo.

Resulta conmovedor, a la vez que aterrador el estar en medio de tanta muerte. Cala hondo mirar con impotencia a los más vulnerables, a la gente de pocos recursos, que sobreviven en una economía del día a día.

Ese, ya es el duelo social que nos toca asumir a todos. A distancia de la indiferencia o ineptitud de una condición humana atrapada por el mercantilismo, que lamentablemente ha perdido su esencia sensible.

Necesitamos hacer el duelo por tantos que se nos van y nos retan, desde su inmolación. Tenemos que hacer un duelo que nos comprometa a corregir los vacíos horrorosos en los que nos hemos perdido, negando la importancia de la muerte como un hecho trascendente, que nos conmina a la reflexión del sentido de la vida y a dar la importancia que corresponde al dolor y el sufrimiento del semejante.

No hay comentarios: